El cambio hacia emisiones netas cero, que es el objetivo global del Acuerdo de París para 2050, representa una nueva tendencia estructural clave para la economía global, ya que requerirá un cambio radical en el sistema energético y en otros sectores clave de la economía. Gracias a algunas energías renovables de fácil implementación, la proporción de energía de baja emisión de carbono ha ido aumentando. Pero esto apenas es suficiente, ya que la proporción de los combustibles fósiles sigue siendo más del 75%, tal como lo era hace 20 años. El mundo está en una carrera contrarreloj para reducir su dependencia de los combustibles fósiles y mantener viva la posibilidad de limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5°C anual.

Comprender las consecuencias socioeconómicas de las vías de transición es un aspecto fundamental de una planificación y formulación de políticas adecuadas. Los formuladores de políticas necesitan saber cómo sus decisiones afectarán el bienestar de las personas y el bienestar general, del mismo modo que deben ser conscientes de las posibles brechas y obstáculos que podrían afectar el progreso. Para que la transición energética produzca todos sus beneficios, los países necesitarán un marco de políticas integral que no solo transforme los sistemas energéticos, sino que también proteja a las personas, los medios de vida y los empleos.

Pero si algo nos ha quedado claro en estos últimos tres años, es que la transición energética está impulsada por políticas que regulan, implementan y financian mejoras tecnológicas, pero que pueden ser directamente afectadas por las condiciones macroeconómicas del contexto.

Las tasas de interés más altas hacen que sea más costoso pedir prestado o gastar dinero. Los mayores costos de endeudamiento encarecen tanto la inversión en combustibles fósiles como en tecnologías verdes, pero las tasas de endeudamiento más altas presentan una desventaja relativa para las tecnologías verdes por tres razones principales: 

  • En primer lugar, las tecnologías verdes tienden a compensar costos iniciales más altos con costos operativos más bajos, lo que significa que los costos de endeudamiento tienen un efecto proporcionalmente mayor en las inversiones verdes. Esto es más agudo para la energía solar y eólica, que obtienen combustible gratuito de la naturaleza y, por lo tanto, tienen costos totales fuertemente sesgados hacia el capital inicial y la instalación. En cambio, las plantas de gas natural tienen una mezcla más equilibrada de costos y, por lo tanto, son menos sensibles a un aumento en las tasas de financiamiento. El mismo principio se aplica a los vehículos eléctricos, que intercambian un precio de compra inicial más alto por un menor costo por kilómetro en comparación con las alternativas a combustión (nafta/gasoil). 
  • Las tecnologías verdes son inherentemente de cambio. Los mayores costos de endeudamiento ralentizan la inversión general y frenan la renovación. Cuando pedir prestado es difícil, los hogares conservarán sus vehículos, aires acondicionados y calderas existentes durante más tiempo, lo que ralentiza el recambio natural que favorece productos más limpios. En el lado de la oferta, la electrificación requiere una inversión masiva en transmisión, y la captura de carbono requiere nuevas tuberías y mucho capital. 
  • En tercer lugar, las tecnologías verdes aún necesitan una gran dosis de investigación y desarrollo, lo que resulta más costoso en términos de financiamiento en un contexto de tasas altas. 

La tasa de interés de referencia más relevante en EE. UU. es la tasa de Fondos Federales, que rige los préstamos interbancarios y que la Junta de la Reserva Federal controla directamente. La tasa de Fondos Federales efectiva, que pasó la mayor parte de los últimos doce años en un cómodo 0%, se encuentra actualmente en el 5,25%, el nivel más alto en 22 años.

Las estimaciones de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) sugieren que un aumento del 5% en los costos de endeudamiento aplicados a un proyecto eleva el costo nivelado de la energía eólica o solar hasta en un 50%, mientras que tiene un impacto de un solo dígito en una nueva planta de gas.

Desde la perspectiva del inversor individual, podemos resumirlo de la siguiente manera: luego de demostrar una notable resistencia en un año desafiante para los mercados durante 2022, el sector experimentó grandes dificultades en 2023. Particularmente en el tercer trimestre, donde la confianza de los inversores fue disminuyendo, la presión alcista sobre las tasas de interés con vencimientos extendidos generó una fuerte caída en todos los subsectores, y las expectativas de ganancias y valuaciones se restablecieron.

Por lo que las acciones de las compañías relacionadas con el cambio de la matriz energética se vieron afectadas por la continuación de las presiones cíclicas que han estado afectando al sector en el último tiempo, tales como el endurecimiento de las condiciones monetarias y financieras a nivel mundial, que ha ejercido presión sobre las ganancias a corto plazo de las empresas. En este sentido, las áreas más afectadas fueron el almacenamiento de energía, el hidrógeno, la generación renovable y el equipo solar, donde las correlaciones de precios de las acciones con los rendimientos de los bonos del Tesoro de Estados Unidos a diez años se volvieron particularmente extremas.

Durante 2022, las acciones de transición energética en su mayoría experimentaron un fuerte impulso en las ganancias, dadas las condiciones macroeconómicas en ese momento, que incluían precios altos de la energía, alta demanda de bienes y servicios, ahorros posteriores a la pandemia y tasas de interés aún bajas, aunque en aumento. Desafortunadamente, 2023 fue lo opuesto; vimos un deterioro en las ganancias en importantes mercados de transición energética que no solo generaron una debilidad en los precios de las acciones directamente, sino que también dejaron al sector más expuesto a los efectos continuos de las caídas de precios.

Es difícil saber exactamente cuándo los vientos cíclicos que afectaron al sector finalmente disminuirán, pero la relación riesgo-retorno para las acciones relacionadas con la transición energética parece más favorable que en 2023. A medida que transcurren los primeros días de 2024, vamos confirmando que este año será clave para este tipo de inversiones, dado que la dirección de las acciones estará determinada por la medida en que se reequilibren las condiciones monetarias y financieras, con el recorte de tasas de interés por parte de los bancos centrales en la mira como principal impulsor de la recuperación.

Después de un año de importantes revisiones a la baja en las ganancias corporativas, en el que las expectativas para el sector se restablecieron de manera significativa y hubo una caída adicional en las valuaciones, las perspectivas para las acciones relacionadas con la transición energética lucen mucho mejor a partir de ahora. Aunque la primera mitad del año podría seguir siendo volátil debido a los vientos en contra que persisten, estaremos atentos a posibles inflexiones en las ganancias en la segunda mitad del año y principios de 2025.