El índice de precios al consumidor en EE.UU aumentó 0,9% en junio, tanto en su versión general como en el indicador núcleo, que omite los precios -más volátiles- de energía y alimentos. Es la mayor inflación mensual desde junio del 2008, en el contexto de una desvalorización muy fuerte del dólar. Las tasas de inflación interanual también fueron iguales en ambos índices, 5,4%. Pero anualizando los últimos cuatro meses, el índice general ascendería a 9,1%, una enormidad.
La Reserva Federal considera que el alza de la inflación se debe a factores transitorios. Por ello, ya el pasado martes 16/6, decidió mantener la tasa de interés de referencia en 0,25% anual y, en un exceso de audacia, anunció que recién a fines de 2023 habría dos alzas en las mismas. Hay dos enfoques respecto del alza de la inflación. Muchos economistas, estiman que la mayor suba de precios es transitoria y producto de la reactivación, ahora alentada también por la intensa vacunación y el retroceso de la pandemia, parcialmente revertidos ambos en los últimos días. Otros pensamos que el problema puede ser más profundo y que la Reserva Federal debería adelantar, cautelosamente, la suba de tasas de interés.
La situación laboral mejoró y la economía de EE.UU generó en junio 662.000 nuevos empleos privados y 850.000 empleos totales. No obstante, la tasa de desempleo es todavía alta, 5,9%, y hay 9,5 millones de desocupados. Estos últimos son los argumentos, sólidos, de quienes apoyan la parsimonia de la Reserva Federal en el alza de tasas.
En el marco global, la mayoría de las proyecciones de abril del FMI fueron más optimistas que en enero (Cuadro 1; todavía no se publicaron las de julio). En un hecho inusual, en junio pasado el FMI aumentó su proyección de crecimiento de EE.UU, de 6,4% a 7%. El mundo crecería 6,0% este año, superando la caída del 2020, y el PIB global en 2021 sería bastante mayor que en 2019, aumentando 7,0% entre 2019 y 2022. A la Argentina le iría bastante peor, cayendo 2,4% en ese período, en marcado contraste con la mejora de los países emergentes grandes (9,6%), China (16,7%), los desarrollados (4,5%), y aun Brasil (2%), y sólo superando a países insulares o turísticos, muy golpeados por la pandemia.
El cuadro 2 muestra algunas novedades. El valor del dólar retomó su senda alcista, pese al alza de la inflación, los bonos del Tesoro de USA se mantienen bastante firmes -en un entorno de 1,40% el de 10 años- porque no se espera una suba rápida de las tasas de la Reserva Federal. En sintonía, algunas de las acciones y las commodities también aumentaron, pero hubo excepciones relevantes, como las bolsas latinoamericanas y algunas commodities, porque los pronósticos meteorológicos mejoraron en EE.UU. Por ello, ahora es recomendable la cautela, al menos hasta tanto cese la aceleración de la inflación norteamericana. Esto ya se observa en la volatilidad reciente –sobre todo en commodities- que oscilan entre una excesiva fortaleza y el sentimiento de que no está lejos una corrección bajista. Cabe recordar que también acecha una gigantesca deuda global, pública y privada, que supera, por primera vez, el 350% del PIB mundial.
El mundo, y la Argentina especialmente dada su vulnerabilidad, dependerán mucho, de aquí en más, de la eficacia y la velocidad de difusión de las vacunas, aun contra nuevas cepas como la delta o la lambda. La Argentina no podrá participar plenamente de las oportunidades que ofrecerá la economía global post-pandemia, si no muestra un rumbo claro, capaz de fomentar la mejora y el aumento de la inversión en capital humano y en capital físico, para así crear los millones de empleos formales necesarios para abatir la pobreza y reducir la desigualdad. Tales son las políticas que estudiamos y propugnamos en el proyecto Productividad Inclusiva, en curso en el IAE y en la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral. Tener y mostrar un rumbo claro incluye protagónicamente comerciar y recibir las inversiones que convengan a dichas metas, y no limitarse a los países con vocación de dominio. En tal sentido, sería fundamental apostar al acuerdo Mercosur-Unión Europea que, además, sería un buen marco para repotenciar al languideciente acuerdo regional.