En las últimas dos semanas, en un contexto de alta volatilidad en los mercados, las preocupaciones sobre la evolución del nivel de actividad –con temores de recesión incluidos– dispararon las expectativas del mercado en cuanto a un ciclo de recorte de tasas más rápido y profundo de lo previsto hace un mes. Si bien estas expectativas se moderaron con el correr de las ruedas, lo cierto es que es casi un hecho que en septiembre la Fed reducirá la tasa de referencia entre 25 pb y 50 pb. Este sería el primero de una serie de recortes en las reuniones subsiguientes, en las que el mercado de futuros de tasas descuenta un recorte de 25 puntos (0,25%) en cada una de las reuniones de noviembre, diciembre y enero, lo cual llevaría la tasa de referencia desde 5,5% hasta 4,25% en tan solo cinco meses. Los recortes incluso continuarían más allá de enero, siempre y cuando la inflación mantenga su marcha descendente hacia el objetivo del 2% anual.
En línea con el accionar de la Fed, la tasa de los bonos del Tesoro de EE. UU. ha experimentado cinco años de distorsiones, migrando desde valores excepcionalmente bajos durante la pandemia (2020-2021) a tasas extremadamente altas durante el brote inflacionario post-pandemia (2022-2024). Del mismo modo, se espera que la tasa de estos bonos experimente presión bajista una vez que la Fed comience a recortar su tasa de referencia.
Suponiendo que la Fed tenga éxito en llevar la inflación cerca del 2% anual y el mercado laboral no experimente mayores disrupciones, la curva de bonos del Tesoro de EE. UU. debería aproximarse progresivamente a sus valores previos a la pandemia. Recordemos que hasta diciembre de 2019, la tasa de referencia de la Fed se ubicaba en 1,75%, mientras que la inflación se mantenía en 2,2% anual, la economía crecía al 2,5% anual y la desocupación se situaba en 3,6%, con una mayor participación de la población económicamente activa. Si el mercado busca regresar a los mismos niveles de tasa real –casi cero–, las tasas deberían comprimir a niveles de entre 1,5% y 3% a lo largo de toda la curva.
a principal implicancia de una normalización del mercado de bonos será una ganancia de capital para sus tenedores. Ahora bien, mientras que la compresión de tasas probablemente sea mayor en los bonos cortos, que responden de manera más directa a la política de la Fed, son los bonos largos los que presentan un mayor potencial de ganancias, ya que su prolongado plazo al vencimiento los hace más sensibles a movimientos de tasas. A modo de ejemplo, un bono del Tesoro con un año al vencimiento que comprime su tasa 200 puntos básicos (desde 4,5% a 2,5%) presenta una suba de precio de solamente 2%. Por otro lado, un bono a 30 años que comprime su tasa 100 puntos básicos (desde 4,2% a 3,2%) presenta una ganancia del 20%.
El atractivo de los bonos del Tesoro a largo plazo es aún mayor si se considera su posición como reserva de valor en tiempos de crisis. Esto se debe a que, en caso de turbulencias de mercado que incrementen los riesgos de una recesión, la Fed se vería forzada a recortar tasas de manera más agresiva, generando mayores ganancias de capital para los tenedores de estos bonos.
En conclusión, la baja de tasas por parte de la Fed abre una ventana de oportunidades significativa en el mercado de bonos del Tesoro estadounidense, especialmente en aquellos de largo plazo. No obstante, es importante aclarar que el ciclo de baja de tasas podría verse comprometido en caso de que la inflación muestre resistencia a la baja, ya sea por una política fiscal más expansiva con subas de aranceles a las importaciones en un eventual segundo mandato de Trump, un mercado laboral sobrecalentado que presione sobre los salarios, o un aumento en los precios de los commodities ante un incremento del riesgo geopolítico global.