En el siguiente gráfico podemos observar la correlación móvil de un año, desde el 2003 hasta la actualidad, entre los índices S&P 500 y el S&P US Aggregate Bond. Este último busca replicar el comportamiento de los bonos soberanos y corporativos americanos de alta calificación crediticia.

En las últimas dos décadas, los bonos y las acciones han tenido en promedio una correlación negativa de aproximadamente -0,25. Esta dinámica benefició a los inversores ya que cuando las acciones transitaban un periodo negativo, los bonos tendían a subir y viceversa.

  • Durante el 2022, observamos un cambio significativo en esta tendencia. En entornos donde hay alta inflación y una mayor volatilidad en las tasas de interés, se manifestó una correlación positiva entre estas dos clases de activos. 
  • A lo largo de este año estamos observando una reversión de esta relación, en donde la renta fija y variable están volviendo a tener una correlación que tiende a acercarse a la media. Esto se puede atribuir al esfuerzo por parte de la Reserva Federal por contener la inflación, en donde logró disminuirla del pico del año anterior del 9,1% YoY al actual 3,2%. 

Las correlaciones entre las distintas clases de activos son un factor vital que hay que tener en cuenta a la hora de armar un portfolio, ya que ayudan a entender cómo se comportan los diferentes activos entre sí. La presencia de correlaciones bajas o negativas entre activos brinda beneficios positivos a la diversificación del portafolio. Esta diversificación no solo reduce la volatilidad, sino que también mejora la relación entre riesgo y rendimiento. 

Para el futuro estimamos que este número va a volver a su tendencia histórica. Esto significa que el proceso de creación de portfolios de inversión va a volver a apoyarse en las virtudes defensivas de la diversificación.