Si bien las probabilidades de corrección cambiaria continúan siendo elevadas, lejos estamos de la tensión observada en octubre, cuando la brecha cambiaria llegó al 130% y marcó valores no vistos desde la hiperinflación de 1989. Desde entonces el BCRA endureció el cepo cambiario, reduciendo la demanda de importadores y para pagos de deuda, y logró moderar el ritmo de caída de las reservas internacionales e incluso recuperar algo en diciembre. El Tesoro contribuyó emitiendo deuda indexada y canjeando deuda en pesos por bonos en dólares para reducir la presión de salida de inversores externos. La Anses también hizo su aporte vendiendo títulos públicos en cartera propia. El fin –evitar una crisis cambiaria- justificó los medios. 

Este combo tuvo la ayuda de un contexto internacional favorable, donde la continuidad de los estímulos monetarios por parte de la FED junto con la aprobación de la vacuna de Pfizer en noviembre debilitaron al dólar, redujeron la presión sobre las monedas emergentes e impulsaron al alza el valor de los commodities, entre ellos la soja.

Aún quedan importantes desafíos por delante, siendo el acuerdo con el FMI el más relevante, sin embargo, el gobierno cuenta en la actualidad con mayores probabilidades de éxito en lograr mantener el ritmo devaluatorio bajo un sendero controlado. 

La inflación juega otro partido

 Además del retraso que acumula contra el dólar desde el año 2018, la expansión monetaria generada por el financiamiento al Tesoro y la corrección pendiente en varios precios regulados, prevista para principios de 2021, nos llevan a estimar - en línea con el mercado - un alza no menor al 55% anualizado en el primer semestre del año entrante.

Además de los fundamentos detrás de nuestro escenario de inflación superior al ritmo de devaluación oficial en los próximos meses, el hecho de que los instrumentos dollar linked con vencimiento dentro de 2021 rindan negativo, al tiempo que los bonos ajustables por inflación ofrecen un rendimiento positivo, aumenta el atractivo de estos últimos.

Nuestra recomendación

Puntualmente, recomendamos para los perfiles de riesgo más conservadores el bono TX21, que rinde inflación +2%, cuenta con elevada liquidez y vence a principios de agosto de 2021. Para perfiles más agresivos sugerimos sobreponderar el Boncer 2024 (TX24) que, ofreciendo una tasa real de 7,6%, cuenta con elevado potencial de apreciación en un escenario de mayor demanda por cobertura y la consecuente compresión de tasas.

Una combinación 80%-20% de TX21 y TX24 también luce atractiva, ya que ofrece cobertura directa contra la inflación y plazo reducido al vencimiento al tiempo que guarda exposición a una ganancia de capital adicional por compresión de la curva de rendimientos.