Volatilidad de los mercados, sectores que sobreviven y se reconvierten y otros que sufren la peor crisis de su historia, nuevas macrotendencias y sobreinformación. Al igual que todas las actividades económicas y financieras del mundo, la gestión de patrimonios también sufrió cambios como resultado de la pandemia, aún más teniendo en cuenta que justamente el principal objetivo de quienes trabajan en wealth management es lograr que sus clientes "duerman en paz". Un objetivo desafiante en los tiempos que corren.

Así, ayudar a pensar y contener son dos caras de una misma moneda para los equipos de las firmas que se dedican a ello.

“El contexto actual implica diversas amenazas para la tranquilidad de todas las personas y también de quienes tienen patrimonios para gestionar”, asegura Anna Cohen, CEO y Presidente de Cohen Aliados Financieros. La especialista en mercado de capitales explica: “Nuestro rol hoy es contener a los clientes no sólo en cuestiones afectivas y personales, relacionadas a la salud, sino también en torno de mercados que, por la pandemia, son híper volátiles”.

Justamente, el wealth management está directamente ligado a una cuestión afectiva.  El dinero que se administra es de familias o de personas que en algunos casos se quieren retirar, continuar con su vida lejos de su actividad laboral.

“Por lo general son fundadores, empresarios o altos ejecutivos de empresas medianas o grandes, que tienen un contexto laboral desafiante por la recesión local y mundial  sumado, además, a la volatilidad de los mercados.  Por eso, tiene un costado de preservación de la salud”,  señala la número uno del grupo financiero, quien asegura que con su equipo muchas veces terminan haciendo de confesores, psicólogos, a la vez que estrategas económicos.

La clave es conocer lo que el cliente prefiere: la tranquilidad o asumir el riesgo de subirse a algunos papeles o acciones con un upside interesante.

Sin embargo, como es característica de la industria el estar siempre un paso adelante, la nueva normalidad arrancó mucho antes que la pandemia.

“Para el mercado, la nueva normalidad es la volatilidad y comenzó incluso antes del Brexit con la variación del precio de los activos que es cada vez más veloz y violenta”, define Anna Cohen.

Y esta volatilidad tiene que ver con el acceso irrestricto a información en tiempo real de gente que antes no accedía al mercado de capitales o que estaba asesorada por intermediarios, y hoy compra y vende simplemente desde una computadora. “La raíz de todo es la digitalización de los mercados en el exterior”, explica la CEO de Cohen, aunque también suma como causa la incorporación de algoritmos que hacen que la interpretación de un tweet de Trump, por ejemplo, provoque una impresionante caída en la Bolsa.

A esto hay que agregarle la digitalización forzada por la pandemia de todos los procesos locales e internacionales. Esto último, un gran desafío para la industria, también, ya que se da en un contexto normativo de creciente presión. “Hay un nivel de formalidad que el sector requiere por cuestiones obvias – como, por ejemplo, evitar el lavado –, que hace necesario un salto cualitativo en términos de digitalizar un proceso que hoy es muy manual”, señala la especialista.

Un último factor, aunque no menos importante que remarca Anna Cohen, es el cambio generacional que se está viviendo y que conlleva un cambio cultural en las empresas familiares y en cómo invierten. “Muchos fundadores de compañías están cediendo poder de decisión a sus hijos que piensan distinto, sienten distinto e invierten distinto”.

Así, la nueva y joven generación de inversores se basa en otros paradigmas, distintos a los de sus predecesores. Inversiones de impacto – que tienen en cuenta lo ambiental y social además de lo económico – y cuestiones más éticas son prioridad para estos jóvenes que no ponen en primer lugar la rentabilidad.

Según la estimación de la Red Global de Inversión de Impacto (GINN, por sus siglas en inglés), las inversiones de triple impacto totalizan U$S 715.000 millones en el mundo y son gestionadas por 1720 entidades. Su informe 2020, señala además que la crisis del COVID-19 impulsará este tipo de prácticas de capital en un mundo que necesita dar respuestas positivas a diferentes problemáticas sociales, ambientales y económicas.

La misma organización indica que, entre 2015 y 2019, las inversiones de impacto crecieron a un ritmo anual promedio del 17%.

Uno de los must de la industria pospandemia – asegura Cohen – es trabajar en la simplificación tanto del lenguaje como de los procesos que se usan en el mercado de capitales. “Es un desafío para que la gente baje el nivel de estrés y se pueda promover una situación de crédito inédita en la Argentina”, concluye.