La principal economía de Sudamérica reaccionó a la pandemia con una cuarentena menos estricta, priorizando minimizar los daños económicos y reconociendo sus menores recursos respecto de las naciones más desarrolladas. Con más de 2,5 millones de casos y cerca de 90.000 muertes, Brasil es actualmente el segundo país
más afectado por el COVID-19.
Según estimaciones del Banco Central, la economía cerraría el año con una caída de 6,0% y un déficit fiscal récord de 16% del PBI. La deuda pública rondaría a fin de
año el 90% del PBI.
No obstante lo anterior, el país no atraviesa un descontrol monetario y sus tasas de interés se encuentran en niveles reducidos. Durante abril y mayo se registró una leve deflación de precios al consumidor al tiempo que se proyecta una inflación de 1,7% anual al cierre de 2020. La tasa de interés Selic se encuentra en 2,25% anual.
Las reformas estructurales aprobadas por Michel Temer en 2017 y Jair Bolsonaro en 2019 junto con valuaciones deprimidas por el impacto de la pandemia otorgan a las acciones brasileñas una posición única para beneficiarse de la recuperación global. La misma tendrá mayor intensidad en economías emergentes producto del debilitamiento del dólar a nivel internacional y su impacto alcista en el precio de los commodities.
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