Desde que apareció la vacuna contra el COVID-19 y se definieron las elecciones de EE.UU a fines de octubre del año pasado, los mercados globales tuvieron una notable recuperación. El S&P 500 subió 35% y similar tendencia marcaron la mayoría de las bolsas del mundo. Aunque con un comportamiento heterogéneo, la región se unió a esta ola y el EFT ILF que sigue las acciones latinoamericanas está un 36% arriba.
Con la abundante liquidez emitida por los principales bancos centrales, las tasas de interés se mantuvieron muy bajas y los bonos de países emergentes y de menor calificación se fortalecieron logrando ganancias en torno al 15%.
El combo se consolidó con la debilidad del dólar a nivel global y con el fuerte repunte de los precios de los commodities, entre los que se destacaron el petróleo con un alza del 70% y la soja que aumentó más de 30%.
Indicadores locales
En el plano local se sumaron mejoras en los indicadores económicos de coyuntura. El salto de los precios de las materias primas permitió un fuerte repunte de las exportaciones y le dio aire al BCRA para recuperar reservas internacionales.
Además, los más de u$s 4300 millones de DEG que llegaron desde el FMI como maná del cielo le aseguran al gobierno caja para afrontar los pagos en moneda extranjera que se vienen hasta fin de año.
Las cuentas públicas mejoraron de la mano de ingresos extraordinarios por retenciones, aporte solidario y menor gasto asociado a la pandemia.
La actividad económica se recuperó de la caída del año pasado, el desempleo bajó y la pobreza se estabilizó. Aunque muy alta, la inflación bajó levemente apoyada en un tipo de cambio que se mueve cada vez menos, el congelamiento de tarifas y los múltiples controles de precios.
Sin embargo...
Sin embargo, pese a este marco de fondo, los activos argentinos no siguieron la misma suerte. Los bonos soberanos no repuntan, el riesgo país se mantiene muy elevado y el Merval no logra recuperarse de la fuerte caída de los últimos dos años.
Los precios lucen atractivos tanto para los bonos como para las acciones, pero el riesgo y el miedo pesan más a la hora de definir la inversión.
¿Qué nos falta?
La respuesta inmediata es que Argentina tiene que planear una agenda de mediano plazo sostenible que disipe la incertidumbre. Las mejoras recién comentadas son más transitorias que permanentes y no tienen fundamentos macroeconómicos sólidos.
En el frente externo, sin la ayuda de los precios internacionales y con una economía que va normalizando su actividad con más importaciones de bienes y servicios, el mercado cambiario volverá a estar bajo presión. Por ello es necesario que se logren avances del complejo exportador, con más empresas, más productos y más mercados para sus ventas para esquivar la volatilidad en los precios de las materias primas.
Derivado de esto último, se hace imperativo ir buscando mayor flexibilidad en el mercado de cambios de manera de reducir - o eliminar - la brecha cambiaria, aprovechar las bondades del mayor financiamiento externo y quitarle presión a las reservas internacionales.
En el plano fiscal, con las últimas medidas adoptadas, el Tesoro tiene un déficit primario inercial de 3% de PBI, que es mucho para un país cuya principal fuente de financiamiento es la emisión monetaria. Para mejorar el frente fiscal se debe apuntar a mejorar las cuentas del Estado con menor presión tributaria y menor gasto.
Todo esto no será posible sin una agenda de reformas que el país deberá encarar más temprano que tarde.
¿Las elecciones son la propuesta?
Difícilmente su resultado, sea cual fuera, pueda servir como un driver del mercado si estas cuestiones no están sobre la mesa.
El cronograma de pagos al FMI obliga a avanzar rápido para alcanzar un acuerdo, pues las reservas internacionales actuales no alcanzan para poder afrontarlos. Sólo con una agenda previsible y ordenada los activos argentinos podrán recuperarse de las pérdidas sufridas en los últimos dos años.
¿Cómo manejar una cartera con activos argentinos?
Con este marco de fondo, nuestras carteras apuntan a lograr un grado de cobertura al riesgo y aprovechar las oportunidades que ofrecen algunos activos que pese a todo tienen buenas perspectivas.
Los bonos soberanos son una apuesta para el largo plazo, no exenta de riesgos. Como buena alternativa para aprovechar altos rendimientos en moneda extranjera somos constructivos en algunos bonos subsoberanos y corporativos de emisores con alta solvencia.
Para los posicionados en moneda local, dadas nuestras perspectivas para el año que viene, nuestras recomendaciones apuntan a los bonos ajustables por inflación y al tipo de cambio en tanto que para los que toleran más volatilidad, somos muy selectivos con las acciones que presentaron muy buenos balances y con gran potencial de apreciación dado los ratios a los que cotizan.