La última década tuvo un claro ganador. La persistencia de inflación contenida, liquidez aumentando y tasas de interés en descenso generaron una combinación altamente favorable para compañías “Growth”. Las mismas se caracterizan por encontrarse en fase de crecimiento acelerado y con futuro promisorio. Este tipo de compañías cuentan también con ratios de valuación más altos que el promedio del mercado.

Por otro lado, las compañías “Value” acumularon un fuerte rezago. El “value investing” consiste en invertir en empresas baratas, que cotizan a un descuento importante respecto de su valor contable o ganancias, por razones que no tienen sentido a largo plazo. Estas características generalmente se observan en industrias cíclicas o maduras, donde las oportunidades de inversión del capital son menos atractivas y, por lo tanto, se distribuye mayor parte de las ganancias en forma de dividendos o recompras de acciones.

Durante la última década, los ratios de valuación pasaron a un segundo plano. Las reducidas tasas de interés aumentaron la importancia relativa de flujos de fondos futuros, generando que las compañías con una mejor historia de crecimiento rindan mejor que firmas con ingresos estancados y malas perspectivas, como la industria petrolera o la banca tradicional.

Vanguard S&P 500 Growth ETF retornó 563% desde su lanzamiento, en septiembre de 2010. Vanguard S&P 500 Value ETF, lanzado en la misma fecha, acumula un rendimiento de 264%.


Analizando los retornos anuales de la última década, se destaca el año 2016 por ser el único en que las compañías Value (+17,2%) uperaron considerablemente a las Growth (+6,8%) en rendimientos.

El 2016 es especialmente relevante por las similitudes que comparte con el contexto actual. La economía norteamericana se encontraba sólida, recuperada de la crisis Subprime, y la Reserva Federal había comenzado a subir las tasas de interés. La tasa efectiva de política monetaria pasó desde 0,12% en noviembre de 2015 hasta 0,54% al cierre de 2016.


La lógica detrás del mayor rendimiento Value durante 2016 es simple. Cuando la liquidez disminuye y las tasas de interés suben, la mirada del mercado se concentra en el presente de las compañías, con menor importancia relativa en historias futuras. En otras palabras, los ratios de valuación se comprimen, afectando en mayor medida a las cotizaciones más infladas.

En este sentido, y dado que el mercado es una máquina de descontar escenarios futuros, muchos papeles que fueron estrellas de alto rendimiento en 2020 están registrando precipitadas bajas en los últimos meses, presionados por el comienzo del retiro de estímulos monetarios por parte de la FED y la potencial aceleración de este proceso en los primeros meses de 2022.


En conclusión, el contexto de reducción de estímulos monetarios y eventual suba de tasas presiona con intensidad sobre las compañías que tienen la mayor parte de sus ingresos en el futuro. Este fenómeno es particularmente nocivo para aquellas empresas que cotizan a ratios de valuación elevados.

En contraste, las empresas que cuentan con ingresos y ganancias elevados en el presente registran un comportamiento más defensivo. Dentro de este último grupo, aquellas que presentan reducidos múltiplos de valuación se ven más beneficiadas.

Del mismo modo que en 2016, el contexto actual sugiere que se aproxima un momento de ponerse al día para las compañías Value, que vienen considerablemente rezagadas frente a los papeles Growth.

Vanguard S&P 500 Value ETF (VOOV) cuenta entre sus principales tenencias con Berkshire Hathaway, JP Morgan, Bank of America, Disney, Exxon, Johnson & Johnson y Pfizer. Es posible adquirir estos papeles a través de Cedears en el mercado argentino.