La globalización fue un éxito en las últimas décadas. Fue la gran responsable del crecimiento de los países emergentes −con su incorporación a las cadenas globales de producción−, del aumento en la demanda de commodities (esto benefició particularmente a América Latina) y de una reducción de la pobreza a nivel global que nunca se vio en la historia, por citar solo algunos de sus logros. Sin embargo, el principio del 2020s trajo dos shocks inesperados, que afectaron negativamente su desarrollo: la pandemia y la guerra. Estos dos eventos están marcando a países y empresas, que hoy desconfían del hecho de depender de un sistema global y buscan abastecerse de la forma más cercana posible.
El primer shock: la pandemia
El virus que comienza en China y ha desatado cuarentenas a nivel global produjo un efecto que nunca en la historia imaginamos: los gobiernos obligaron a las empresas a no producir y a los consumidores a no consumir, en un intento por frenar contagios. Esto provocó una caída en la producción global sincronizada, por lo que el PBI mundial del 2020 cayó 3,6% (prácticamente todo el planeta entró en recesión).
Pero uno de los efectos más relevantes de este parate global fue que insumos clave de distintos países no estuvieran disponibles, ocasionando grandes problemas en las cadenas de producción. A modo de ejemplo, los cátodos para las baterías de Tesla se importan de Japón, pero eso es solo el ensamblaje; el litio viene Australia, pero antes tiene un preprocesamiento en China; el Nickel viene Indonesia, Rusia y Filipinas, y esto es solo para el cátodo; faltan ánodos, electrolito, entre otros, para fabricar solo la batería. Como consecuencia, varios países encontraron problemas para recibir insumos clave, lo que resultó un importante componente del aumento de la inflación. En el caso de EEUU, por problemas de suministros de los autos nuevos, los usados subieron hasta un 45% i.a., contribuyendo en más de 1% al registro anual total de la inflación.
En definitiva, la crisis del COVID-19 hizo visible la dependencia entre Occidente y China. Hasta el día de hoy continúan los problemas con Shanghai, en cuarentena total y con nuevos inconvenientes para producir, incluyendo los de Tesla, que debió parar la producción de su nueva planta.
El segundo shock: la guerra en Ucrania
Cuando se pensaba que la globalización nos haría inmunes a guerras entre países muy integrados comercialmente, Rusia invade Ucrania y desata el mayor conflicto en Europa desde la segunda guerra mundial. Esto generó, por un lado, que gran parte de la oferta mundial de commodities se restringiera debido a la guerra y las sanciones. Metales como aluminio, paladio y níquel, que son clave para la industria, se vieron seriamente afectados.
Pero no fueron solo los commodities los afectados, sino también la producción de insumos industrializados, de gran importancia para la producción industrial de Europa. Por citar un caso, Volkswagen, la automotriz más grande de Europa, tuvo que demorar la entrega de sus vehículos debido a problemas con suministros por la guerra. Además, dado que Ucrania proveía el 25% de gases nobles, que son fundamentales para la elaboración de semiconductores, su producción se ve seriamente afectada. Este sector ya presentaba inconvenientes incluso antes de la pandemia, con largas demoras en la entrega y con el 24% de la producción global en manos de la firma TSMC, que se ubica principalmente en Taiwán, zona con conflicto geopolítico muy tenso con China. Según Susquehanna Financial Group, los tiempos de entrega de semiconductores alcanzó las 26 semanas en marzo, ubicándose en máximos históricos, cuando antes de la pandemia estaban cómodamente debajo de 10 semanas.
Como resultado, los indicadores que marcan cuellos de botella se mantienen en máximos históricos. En EE.UU, los índices de difusión de tiempos de entrega de Filadelfia, Nueva York y Texas se mantienen en niveles históricos récord. Por otra parte, el Baltic Dry Index, que refleja los costos de 20 rutas marítimas, se mantiene en niveles por encima de los anteriores a la pandemia. El alto costo del flete es otro motivo, que impulsa un mayor desarrollo de la producción local.
Ya en el 2021, en el marco del “Projects of Common European Interest”, la Unión Europea estableció un plan para reducir su dependencia de proveedores chinos y extranjeros en seis áreas estratégicas. Estás áreas incluyen materias primas y nuevas energías, tales como hidrógeno, baterías, tecnologías en la nube, ingredientes farmacéuticos y semiconductores. El programa permite a los gobiernos de la UE inyectar fondos bajo reglas de ayuda estatal más fáciles y que las empresas trabajen juntas en toda la gama del proyecto, desde el diseño hasta la producción y las aplicaciones posteriores. A su vez, empresas como Volkswagen ya trabajan para aumentar cadenas de suministro más cortas, con menos enfoque en China y más inversión en Estados Unidos. Esto implica una gran apuesta por parte de esta firma, ya que históricamente, para crecer en sus ventas, el foco estuvo en los mercados emergentes (China, por ejemplo), debido a su dificultades para vender sus productos en el mercado americano.
En el caso de EE.UU, el triunfo de Biden profundizó una tendencia que ya venía llevando adelante Trump. El nuevo programa económico se enfoca en encontrar formas de aumentar la producción nacional en cuatro áreas: semiconductores, productos farmacéuticos, baterías de automóviles y minerales de tierras raras, que son cruciales para aplicaciones de alta tecnología y defensa. En el caso de Tesla, en el 2020 anunció su programa para traer la producción de cátodos a EE.UU, con insumos del mismo país. Adicionalmente, el gobierno trabaja en programas para incentivar la fabricación de microchips, con 52 mil millones de dólares en subsidios, para que las empresas se ubiquen en EE.UU. La firma TSMC ya está construyendo una planta en Arizona con el fin de reducir su dependencia de Taiwán.
Pero la búsqueda de una producción más cercana no es solo de las grandes potencias de occidente. En Latinoamérica, Brasil sigue el mismo camino. El fabricante de electrodomésticos brasileros Mondial ya presenta un programa para aumentar su producción local del 65% al 72% en el 2023 y depender en menor medida de mercados extranjeros. Multilaser, Mallory y Electrolux siguen el mismo camino. Además, debido a la invasión rusa, la provisión de fertilizantes se ha visto seriamente afectada a nivel global, ya que dicho país es el primer proveedor a nivel global, dueño del 14% de las exportaciones mundiales. Para Brasil resulta un insumo clave en su producción agrícola, ya que, a diferencia de lo que sucede Argentina, no cuenta con retenciones a las exportaciones y presenta una inversión y rendimiento por cultivo considerablemente superior. En el caso de fertilizantes, el gobierno informó que el plan apunta a alcanzar el 50% de autonomía (producción propia). Estas medidas son relevantes, ya que es factible que se reactive algún proyecto en Argentina, como lo fue en su momento la planta de potasio en Mendoza.
En resumen, todavía desconocemos todos los impactos de estos dos shocks globales inesperados. Sin embargo, ya tenemos claro que el mundo buscará proveerse de forma más segura y cercana. La globalización no va a frenar, al ser un proceso que ha demostrado ser extremadamente exitoso. Tomar consciencia de este contexto y posicionarse en base al mismo puede ser una buena estrategia a futuro.
Oportunidades de inversión
Destacamos 4 oportunidades de inversión que en los últimos dos meses tuvieron muy buenos rendimientos: hidrógeno, energías renovables, microchips y commodities.
I. Con el gas en 30 dólares el BTU a nivel global, varias alternativas que meses atrás se veían muy lejanas hoy cobran mayor atractivo. Una de ellas es el hidrógeno, una energía limpia, almacenable y alejada de conflictos geopolíticos, que surge como gran ganadora. Incluso América Latina también puede beneficiarse, dadas las enormes potencialidades que presenta para su explotación. Se puede acceder a estas inversiones mediante los ETF Global X Hydrogen (HYDR), Defiance Next Gen H2 (HDRO) y Direxion Hydrogen (HJEN). Desde la invasión rusa a Ucrania estos ETF acumulan subas de 16%, 18% y 11% respectivamente.
II. En busca de una mayor independencia energética, las empresas de energía renovable son una buena alternativa de inversión: molinos de viento, plantas solares o baterías que permiten almacenar energía cuando no hay viento ni sol. Se puede invertir en estas tendencias mediante los ETF iShares Global Clean Energy ETF (ICLN), First Trust Global Wind Energy ETF (FAN) o Invesco Solar ETF (TAN). Desde el inicio de la guerra, presentan subas de 11%, 5% y 12%, respectivamente.
III. Las empresas de microchips siguen llamando la atención de gobiernos que buscan la independencia tecnológica. Los microchips se usan en cada vez más dispositivos, desde autos hasta heladeras que, gracias al “Internet Of Things”, necesitan estar conectados a redes inalámbricas. Es importante destacar que la guerra no ha beneficiado al sector, cuyos costos han aumentado y, desde el inicio del conflicto, los rendimientos de estos activos han caído. Se trata de un sector atractivo para el largo plazo, aunque la coyuntura actual no lo beneficie. Se puede invertir en el mismo mediante el ETF iShares Semiconductor (SOXX), VanEck Semiconductor (SMH) o SPDR S&P Semiconductor (XSD). Desde el 24 de febrero, han presentado caídas de -11%, -12% y -10% respectivamente.
IV. Empresas proveedoras de commodities, alejadas de conflictos geopolíticos y más cercanas a occidente, cobran un atractivo mayor. Entre ellas, encontramos a varias empresas de Brasil, como Vale do Rio Doce (VALE) o Petrobras (PBR), y también de Chile, como Sociedad Química y Minera de Chile (SQM). Desde la invasión, presentan desempeños de 17%, 12% y 34%, respectivamente.