Aunque la mayoría de las encuestas previas a la segunda vuelta del 19 de noviembre daban ganador a Javier Milei, hasta el último momento pocos creían que pudiera derrotar a Sergio Massa. Sin embargo, una victoria de Massa desafiaba las leyes de la física y, para sorpresa de muchos, las leyes de la física también rigen en Argentina. ¿Qué explica el (para algunos, sorpresivo) triunfo de Milei? Varias razones: 

En 45 años, ningún partido gobernante en América Latina ha logrado retener el poder cuando la inflación anual supera el 40% en el mes de la elección y cuando la tasa de inflación mensual se acelera en los meses previos a los comicios.

  1. Hay una clara tendencia regional contra los incumbentes: en los últimos 5 años, solo el Partido Colorado de Paraguay ha logrado retener el poder en un contexto de elecciones libres.
  2. Previo a la elección había claras evidencias de una fuerte demanda de cambio por parte de la sociedad argentina. El 31% obtenido por Javier Milei en las primarias del 13 de agosto fue una primera señal de ello. El hecho de que el peronismo haya tenido el 22 de octubre el peor desempeño de toda su historia en una elección presidencial es otra prueba de ello. El número récord de alternancia a nivel subnacional, donde la continuidad es la regla, es otra prueba de la demanda de cambio por parte de la ciudadanía.
  3. La ventaja obtenida por Massa en la primera vuelta estuvo lejos de ser decisiva. La inversión del resultado de la primera vuelta en el balotaje se ha vuelto un fenómeno cada vez más frecuente en América Latina, sobre todo cuando el candidato más votado del primer turno no alcanza el 40% de los votos.

El mercado financiero ha recibido positivamente el triunfo de Javier Milei en las elecciones del 19 de noviembre. Milei encarna un giro copernicano respecto de la política económica desplegada por el último gobierno kirchnerista. Su constante elogio a las reformas de Menem, a la política económica de Domingo Cavallo en los años 90 del siglo XX y la reivindicación a Mauricio Macri, cuya fallida gestión intentó sin éxito dejar atrás las políticas estatistas del kirchnerismo, hace lógico que entusiasme al mercado.

Dentro del peronismo hoy derrotado, Massa era el candidato más pro-sector privado (no necesariamente pro-mercado) disponible, una suerte de garantía frente a las posiciones más radicalizadas del kirchnerismo. Y aunque, de cara a la estabilización que más temprano que tarde deberá encarar Argentina, Massa podía contar con mejores condiciones políticas, la gran duda que su candidatura planteaba era la credibilidad. Especialmente a la luz de lo que fue su política económica a lo largo de este año, cuyo único objetivo fue garantizar un triunfo electoral, que no llegó.

Si la ventaja de Massa pasaba por la mayor capacidad política para aplicar medidas que involucran un alto costo político y social, la ventaja de Milei pasa por su firme adhesión al libre mercado y a la ortodoxia económica. La principal duda, sin embargo, reside en la gobernabilidad y, pasado el entusiasmo inicial del mercado, disipar esa duda será toda una prioridad para Javier Milei.

La Libertad Avanza cuenta con un 10% y un 15% de las bancas del Senado y la Cámara de Diputados, respectivamente. A ello debe agregarse que no gobierna ni una sola de las 24 provincias de Argentina. Se trata del gobierno más débil en términos legislativos que haya visto Argentina en toda su historia. Incluso si se suman las bancas de los diputados del PRO que responden a Mauricio Macri, Milei no llegaría a contar con un tercio en ninguna de las dos cámaras del Congreso.

La cuestión no es menor. Los primeros meses de Milei en el gobierno estarán signados por medidas drásticas, tal como él mismo anunció en su primer discurso como presidente electo. La tarea que le espera no es sencilla. Debe encarar un plan de estabilización, algo que involucra no solo un ajuste fiscal, sino también la corrección de precios relativos fuertemente distorsionados, lo cual hará que al menos inicialmente la inflación no caiga, sino que más bien suba. Si su plan es exitoso, luego caería drásticamente. Pero a la par de la estabilización, Milei busca implementar reformas estructurales que permitan un fuerte crecimiento económico. Tanto la estabilización como la implementación de reformas requieren de apoyo político y capacidad para lidiar con las organizaciones que administran la protesta callejera, tradicionalmente afines al peronismo.

La gobernabilidad es, por todo ello, la pregunta del millón en este momento. En este sentido, las opciones de Milei, no necesariamente excluyentes entre sí, parecerían ser las siguientes:

  1. Gobernar en base al uso recurrente de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) y, eventualmente, utilizar la consulta popular no vinculante como herramienta de presión sobre el Congreso. Esto conlleva varios problemas. Los DNU tienen limitaciones (no se pueden utilizar ni en materia penal ni tributaria, entre otros temas) y deben ser revisados por el Poder Legislativo. Además, la consulta popular, cuando es convocada por el presidente, no tiene efecto vinculante, aparte de que puede tener un resultado adverso y debilitar al titular del Ejecutivo.
  2. Construir coaliciones ad hoc para cada proyecto de ley. Esto es sumamente costoso tanto en términos de recursos como de tiempo.
  3. Solicitar al Congreso una delegación de facultades en el marco del artículo 76 de la Constitución. Ello requiere, desde ya, contar con una mayoría de legisladores dispuestos a conceder la delegación.
  4. Ampliar la base de sustentación aprovechando el cimbronazo que su triunfo ha significado tanto para Juntos por el Cambio como para el peronismo, sumando a elementos de ambos espacios a la coalición de gobierno. Esta práctica, el presidencialismo de coalición, es usual en América Latina en aquellos países donde hay una excesiva fragmentación partidaria y un gobierno minoritario. 

Desde ya que la ampliación de la base de sustentación política no excluye ni el recurso al DNU ni tampoco la posibilidad de solicitar una delegación de facultades. De hecho, ambos instrumentos solo serían viables si Milei logra construir mayorías parlamentarias.

Si Milei adopta un estilo de confrontación abierta y busca gobernar en minoría, el entusiasmo del mercado, independientemente de las figuras que integren su equipo económico, será reemplazado por dudas acerca de la gobernabilidad. Si, en cambio, logra ampliar su base de sustentación, sacando partido del verdadero terremoto que su triunfo ha representado tanto para el peronismo como para Juntos por el Cambio, es probable que tenga una mayor tasa de éxitos a la hora de avanzar con su agenda de políticas públicas.

Milei siente una profunda admiración por Carlos Menem y Domingo Cavallo. Las transformaciones que ellos realizaron en los años 90, si bien se basaron en una utilización intensa de los poderes presidenciales y de la delegación de facultades legislativas por parte del Congreso, fueron posibles gracias al apoyo disciplinado de las mayorías peronistas en el Poder Legislativo y a la política de compensación implementada para los potenciales perdedores (y actores de veto) de las reformas. El ejemplo en contrario es el saliente presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, quien, a pesar de ser muy favorable al mercado, no pudo avanzar en su agenda de reformas y debió entregar el poder anticipadamente debido a su debilidad en el Congreso.

En las próximas semanas sabremos qué fórmula de gobernabilidad elige Javier Milei. De ello dependerá que continúe el entusiasmo y la confianza que su triunfo han despertado en los mercados. Pero más importante que la reacción del mercado, de la decisión que tome Milei dependerá la viabilidad de su plan de estabilización y de su agenda de reformas estructurales, así como el grado de éxito de su gestión al frente de Argentina.