Argentina se adentra en el quinto período recesivo (sin contar la pandemia) desde que el PBI se estancó en 2011. Esto implica nada menos que 8 de los últimos 13 años (de 2012 a 2024) con caída del PBI, lo que nos posiciona en el podio mundial detrás de Guinea Ecuatorial –10 años recesivos– y Puerto Rico –9 años–, entre 189 países (sí, arriba de Venezuela). La acumulación de desequilibrios macroeconómicos derivaron en un período inflacionario con graves repercusiones económicas y sociales que hicieron que la economía se reinicie recurrentemente vía saltos cambiarios.

Los períodos recesivos que tuvimos mostraron ser cada vez más negativos, con caídas más agudas y prolongadas. En efecto, considerando las recesiones de 2011/12 - 2013/14 - 2015/16, para volver al PBI inicial se tardaron cinco, siete y nueve trimestres, respectivamente. Mientras que, en el caso de 2018/19, no se logró retomarlo por la crisis a finales de 2019 y luego la pandemia, pero aun así la recuperación venía más lenta. Otro dato interesante de estas caídas es que se tardó cuatro trimestres en llegar al piso, con excepción de 2011/12 que se demoró tres trimestres.

Los datos adelantados de este período son preocupantes y anticipan una fuerte recesión. Los salarios reales de los trabajadores registrados –uno de los grandes impulsores del consumo y uno de los componentes más relevantes del PBI– mostraron una caída en enero del 22,2% i.a., siendo solo superada por valores del 2002/3 y muy por encima de las últimas recesiones: 2011/12, sin caída; 2013/14, -6,8% mín.; 2015/16, -10,1% mín.; 2018/19, -13,2% mín. Por su parte, el sector más fuerte del país, la industria, ya mostró una caída en enero de casi 12% i.a. y se espera que este descenso se profundice más en los próximos meses, perforando el nivel del 2019, es decir, se llegaría a valores de producción similares a los del año 2006.

Aún sin haber alcanzado el piso, ya comenzó la discusión sobre cómo será “la forma” de este período recesivo y su potencial recuperación: desde la optimista "V" (rápida caída y rápida recuperación), pasando por la "U" (mayor valle) y "pipa Nike" (recuperación gradual), hasta las más pesimistas "W" (recuperación volátil con subas y bajas) o "L" (sin recuperación).

El escenario optimista en forma de “V” estaría prácticamente descartado, dadas las condiciones previas (la crisis 2011/12 tomó esta forma). Por su parte, la "U" y la "pipa Nike" son las firmes candidatas, que se dieron en las crisis de 2013/14 y 2015/16, respectivamente. Una "W" apuntaría al escenario de una nueva devaluación durante el año que corte transitoriamente la recuperación. Aún no se eleva como el escenario base pero sus probabilidades crecen a medida que el 2% de devaluación se mantiene (la crisis de 2018/19 fue una combinación de "W" y "L").

El episodio actual combina una fuerte corrección de precios relativos —tipo de cambio y tarifas—, combinado con un inusual ajuste fiscal —al menos con los datos disponibles—, que repercutió fuertemente en la inflación, salarios reales, consumo e inversión. A esto se le suma el impacto sobre el empleo, del que todavía hay pocos datos. Si comparamos, este período tiene semejanzas con el de 2018/19, aunque el ajuste fiscal actual sería, en primer lugar, aún más agresivo y el incremento del tipo de cambio real algo mayor. Pero, a diferencia de aquel entonces, no se esperaría una segunda devaluación ni tampoco una sequía.

De este modo, se estima que la recesión actual tendría una forma de “pipa Nike”, con un impacto negativo más fuerte en el corto plazo con respecto a las anteriores recesiones (desde 2011) y tocando piso el segundo trimestre de este año (es decir, luego de tres caídas consecutivas). La recuperación vendrá de la mano del sector agrícola que atenuará la baja del producto aportando divisas y estabilidad financiera (al menos hasta mitad de año). 

En el segundo semestre comenzaría una recuperación gradual, que tendría su motor en la baja de la inflación, permitiendo recomponer poco a poco los salarios reales y el ánimo de inversión, a pesar de la sostenida contracción del gasto público para sostener el esquema monetario. Así, la caída del PBI durante 2024 superaría el 4% y se estaría volviendo al nivel de actividad original a finales de 2025, luego de nueve trimestres.