Las últimas minutas de la Reserva Federal (28/7) mostraron acuerdos de desacelerar gradualmente la compra de bonos hacia fines de 2021 -el llamado, y temido, tapering-. Evaluaron, con un optimismo quizás exagerado, que se progresó bastante en moderar la inflación, logrando al mismo tiempo un aumento del empleo. Sin embargo, los datos de agosto mostraron una fuerte desaceleración de nuevos empleos, que fueron sólo 235.000 puestos no agropecuarios, 70% menos que, en promedio, en junio y julio. 

La inflación ayudó a posponer el tapering, al caer a 0,3 en julio -en su variante núcleo- pero sería un error creer que es un tema resuelto. Difícil la decisión de la Reserva Federal (RF), si recordamos que, en los último doce meses, el IPC de EE.UU aumentó 5,4% y 4,3% en su variante núcleo. Inflación alta y empleo creciendo poco es el peor cuadro para los responsables de la política económica. Nuestra hipótesis es que, en su próxima reunión, la RF dará una señal muy moderada, tal como anunciar que la suba de tasas podría adelantarse para 2022, y no para 2023 como se anunció recientemente. En tal sentido, la luz verde del Senado de EE.UU al mega plan de infraestructura de Biden –a lo Eisenhower- podría esgrimirse como contrapeso de un eventual adelantamiento de la suba de tasas.

En el marco global, las proyecciones del pasado julio del FMI siguieron optimistas, como puede verse en el predominio de los verdes en el Cuadro 1. Esta vez, el impulso lo pusieron los países desarrollados, mientras los emergentes se desaceleraron levemente. El mundo crecería 6,0% este año, superando la caída del 2020, y el PIB global en 2021 sería bastante mayor que en 2019 y aumentaría 7,6% en el trienio 2020-22. A la Argentina le iría bastante peor, cayendo 1,9% en ese período, en marcado contraste con la mejora de los países emergentes (8,4%), China (16,8%), los desarrollados (5,2%), y aun Brasil (2,9%), y sólo superaría a países insulares o turísticos, muy golpeados por la pandemia. Sin embargo, creemos que el aumento de su PIB en 2021, estará a mitad de camino entre el 6,4% del FMI y del 8,0% estimado por el ministro Guzmán. Si así fuera, la Argentina caería sólo 1,1% en el trienio 2020-22, dependiendo mucho de las inminentes elecciones de medio término. 

El cuadro 2 muestra una caída del dólar acompañada, como es habitual, con varias alzas de las commodities. Pero, más allá de las oscilaciones cortas, se destacan sus subas de entre 30% y 50% en el último año. No muestran la intensidad del 2008 pero, claramente, hay viento de cola. En sintonía, también han subido la mayoría de las bolsas, cuyo desmedido crecimiento en muchos países pareciera estar cerca del final. 

Sin embargo, la prueba de fuego para la economía global y, por cierto, para estos mercados será cuando pueda declararse la derrota de la COVID. Además, como siempre decimos, cabe recordar que acecha una gigantesca deuda global, pública y privada, que supera, por primera vez, el 350% del PIB mundial. 

En una perspectiva de más largo plazo, un informe publicado esta semana por la ONU advierte que, alrededor del 2030, diez años antes de lo estimado, se alcanzaría el umbral de +1,5 º C de temperatura, con posibles consecuencias irreversibles, tales como la suba del nivel del mar, olas de calor, inundaciones y otros eventos extremos, cuyo aumento sería sin precedentes.

El devenir económico mundial, y de nuestra Argentina tan vulnerable, dependerán en gran medida de la eficacia y la velocidad de difusión de las vacunas, aun contra nuevas cepas como la delta –con fuerte incidencia hoy en los EE.UU. Pero nuestro país no accederá a las oportunidades que puede ofrecer la economía global post-pandemia, si no muestra un rumbo claro, que conduzca a la mejora y el aumento de la inversión en capital humano y en capital físico, para así crear los millones de empleos formales necesarios para abatir la pobreza y reducir la desigualdad. Estas son las políticas que seguimos estudiando y proponemos en el proyecto Productividad Inclusiva, en curso en el IAE y en la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral.

Tener y mostrar un rumbo claro requiere, protagónicamente, comerciar más con el mundo y recibir inversiones, propias y ajenas, que promuevan dichas metas, todo ello sin limitarse a países con vocación de dominio. Por ejemplo, sería muy beneficioso apostar al acuerdo Mercosur-Unión Europea que, además, daría un buen marco para re-potenciar al languideciente acuerdo regional. También hay que recordar que buena parte de loa países de América Latina aparecen hoy inestables políticamente y desorientados en materia económica. Junto con ellos, corremos el riesgo de una década perdida. Para ello es necesario pensar y actuar incluyendo a los más necesitados y, al mismo tiempo, aumentar sostenidamente la productividad.