En febrero pasado, la inflación en los EE.UU llegó a 0,8%, acumulando en 12 meses 7,9%, la mayor en 40 años. Anualizando enero y febrero fue nada menos que 18,2%. Sin energía ni alimentos, como es habitual, fue menor (6,4%). En el mismo mes la suba de precios mayoristas superó también a la de enero, con 0,8% y 10% anualizado. También en el área Euro la inflación fue noticia, al marcar en febrero un récord de 5,8% anual en el IPC. Hace varios meses que alertábamos que la inflación en curso era peligrosa, y que la Reserva Federal había demorado demasiado en subir las tasas de interés de referencia. Sin embargo, el organismo presidido por Jerome Powell sigue buscando un soft landing nada sencillo. Así, en su reunión del 15 y 16 del corriente marzo, subió sólo 25 puntos la tasa de referencia –que llegó a 0,50%- y estimó que la misma sería de 1,9% a fines de 2022 y 2,8% al final de 2023. Por cierto, tales estimaciones de mediano plazo dependerán, en gran medida, de la guerra ruso-ucraniana –se avizora una tregua- y de la evolución de la pandemia.
Balanceando, fue buena la noticia que en EE.UU se crearon en febrero 678,000 empleos, y la tasa de desempleo bajó de 4% a 3,8%. Como dijimos el mes pasado, unido al alza bélica de las materias primas ello está realzando centralidad de la tasa de inflación, que será en parte compensada con el crecimiento anual de los salarios (5,1% por hora).
Las proyecciones del FMI (enero 2022) (Cuadro 1), fueron menos optimistas, no sólo para 2022 sino, más aún, para 2023 salvo, curiosamente, para América Latina. El mundo crecería 4,4% en 2022 (fuerte recorte respecto de octubre pasado, que era 5,9%) y sólo 3,8% en el 2023. El aumento del PIB global en el cuatrienio 2020-2023, se limitaría a 2,7%. No está mal, habida cuenta de la caída del 2020 por la pandemia, pero es bajo comparando con la era pre-pandemia. Para la Argentina el FMI hizo fuertes correcciones al alza, que ubican a nuestro país en un crecimiento promedio igual al de América Latina (1,1% anual en 2020-23, el menor de los grupos del cuadro), y más que Brasil y Méjico. Hay que seguir esto con atención, porque podríamos estar en una nueva década perdida para la región o la mayoría de sus países. Extendiendo la mirada al 2017 la performance de la Argentina ha sido negativa y la peor de todos los países o regiones del cuadro 1.
En el cuadro 2 vemos que el dólar está relativamente firme, pero en este mes se destacan la caída de las bolsas y el alza de los commodities. Los tres fenómenos están impulsados por la guerra de Rusia contra Ucrania, a partir de la invasión rusa. Quizás anticipando una desaceleración de la economía global, muchas bolsas dejaron atrás un largo período de subas, a nuestro juicio excesivas, y cayeron, aunque no dramáticamente. Cabe recordar que, además, acecha una gigantesca deuda global, pública y privada, que supera, por primera vez, el 350% del PIB mundial.
Como venimos diciendo, la evolución de la economía mundial, y de nuestra Argentina tan vulnerable, dependerá en gran medida de la resolución de la guerra desatada por Rusia y de la eficacia y, en menor medida, la velocidad de difusión de las vacunas, aun contra nuevas cepas cuyas noticias recientes son muy positivas.
La gran novedad de la Argentina es el pre acuerdo logrado con el FMI, que no es el final de nada sino el inicio de una negociación permanente, al menos trimestre a trimestre. En una mirada de mediano y largo plazo, la Argentina necesita acuerdos básicos que todavía, no se avizoran. Seguimos “agrietados” y reacios a acordar. Se vislumbra una novedad de bulto: el distanciamiento del “albertismo” con el “cristinismo” podría dar lugar a acuerdos imprescindibles para que la Argentina pueda salir el pantano.
Como venimos sosteniendo hace tiempo en esta columna, sin acuerdos será muy difícil, o imposible, dejar atrás la década sin crecimiento sostenido, transcurrida desde 2012 y la decadencia relativa, mucho más larga, de casi sesenta años. Nuestro país ha caído desde un ranking próximo al vigésimo a principios de los setenta del siglo pasado, hasta más del sexagésimo puesto en la actualidad.
Venimos insistiendo que tener y mostrar un rumbo claro es esencial, pero la Argentina va en dirección contraria y pocas veces ha sido tan confusa, incluyendo los disensos dentro de la coalición gobernante. Por esta carencia de rumbo se impide maximizar la calidad y la cantidad de la inversión en capital humano y en capital físico, para así crear todos los empleos productivos necesarios para erradicar la pobreza y reducir la desigualdad. Hay que buscar acuerdos como los que ayudaron a salir de peores atolladeros a España en los setenta, a Israel en los ochenta, a Chile en los noventa y a Sudáfrica en los 2000, dejando atrás el muy riesgoso baile en el Titanic.