El índice de precios al consumidor de EEUU de julio se conocerá en pocos días, y puede ser la divisoria de aguas. Si se mantiene en las alturas de los últimos meses, se acerca la probabilidad de que la Reserva Federal aumente sus tasas y, si se reduce, mantendrá su idea de subirlas recién en 2023. La de junio pasado fue la mayor inflación mensual de los últimos 13 años (5,4%), tanto en el índice general como en el núcleo (core). Anualizando los últimos cuatro meses hasta junio, el índice general muestra un aumento del 9,1%, una enormidad para los EEUU.

En su comunicado del pasado 28 de julio, la Reserva Federal siguió considerando que el alza de la inflación se debe a factores que transitorios. Por ello, mantuvo lo dicho el 16 de junio y mantuvo la tasa de interés de referencia en 0,25% anual. Y, audazmente, anunció que recién a fines de 2023 habría dos alzas en las tasas. Por ahora, la mayoría de los economistas, estiman que la aceleración del alza de precios es transitoria y producto de la reactivación y de la intensa vacunación. En sentido contrario, ahora se ha agregado el rebote de los casos, atribuidos a la variante delta, acercando el riesgo de inflación con desaceleración de la economía, la temida estanflación, que alguna vez padecimos. Otros, en minoría, pensamos que el problema puede ser más profundo y que la Reserva Federal debería adelantar, cautelosamente, la suba de tasas de interés. 

La situación laboral en EEUU siguió mejorando en julio, con 703.000 nuevos empleos privados y 943.000 empleos totales. Además, cayó la tasa de desempleo, de 5,9% a 5,4%, un nuevo argumento para anticipar la baja de tasas de interés de la Reserva Federal. La luz verde del Senado de EEUU al mega plan de infraestructura de Biden -a lo Eisenhower- da más margen para la suba de tasas, pero…

En el marco global, las proyecciones del pasado julio del FMI siguieron optimistas, como se puede verse en el predominio de los verdes en el Cuadro 1. Esta vez, el impulso lo pusieron los desarrollados, mientras los emergentes se desaceleraron. El mundo crecería 6,0% este año, superando la caída del 2020, y el PIB global en 2021 sería bastante mayor que en 2019, aumentando 7,6% en el trienio 2020-22. Ala Argentina le iría bastante peor, cayendo 1,9% en ese período, en marcado contraste con la mejora de los países emergentes (8,4%), China (16,8%), los desarrollados (5,2%), y aun Brasil (2,9%), y sólo superaría a países insulares o turísticos, muy golpeados por la pandemia.

El cuadro 2 muestra algunas novedades. La valorización del dólar retomó su senda alcista. Quizás por el alza de la inflación, los bonos del Tesoro de USA se mantienen bastante firmes -en un entorno de 1,30%/1,40% el de 10 años-porque (¿todavía?) no se espera una suba rápida de las tasas de la Reserva Federal. Donde hubo tantos verdes como rojos, fue en commodities y, en menor medida en acciones. Influyó la posible desaceleración de China, por rebrotes dela COVID. Por ello, es recomendable la cautela, al menos hasta tanto cese la aceleración de la inflación norteamericana y se logre dominar la variante delta. Esto ya se observa en la volatilidad reciente –sobre todo en commodities que oscilan entre una excesiva fortaleza y el sentimiento de que no está lejos una corrección bajista. Cabe recordar que también acecha una gigantesca deuda global, pública y privada, que supera, por primera vez, el 350% del PIB mundial.

 Mientras tanto, en un perspectiva de más largo plazo, un informe publicado esta semana por la ONU recuerda y advierte que, alrededor del 2030, diez años antes de lo estimado, se podría alcanzar el umbral de +1,5 º C, con posibles consecuencias irreversibles, como la suba del nivel del mar, olas de calor, inundaciones y otros eventos extremos, que aumentarían a niveles "sin precedentes".

 El devenir económico del mundo, y de nuestra Argentina, tan vulnerable, dependerán en gran medida de la eficacia y la velocidad de difusión de las vacunas, aun contra nuevas cepas como la delta o la lambda. Nuestro país no podrá participar plenamente de las oportunidades que, probablemente, ofrecerá la economía global post-pandemia, si no muestra un rumbo claro, capaz de fomentar la mejora y el aumento de la inversión en capital humano y en capital físico, para así crearlos millones de empleos formales necesarios para abatir la pobreza y reducir la desigualdad. Tales son las políticas que estudiamos y propugnamos en el proyecto Productividad Inclusiva, en curso en el IAE y en la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral. Tener y mostrar un rumbo claro incluye protagónicamente comerciar y recibir las inversiones que convengan a dichas metas, sin limitarse a países con vocación de dominio. En tal sentido, sería fundamental apostar al acuerdo Mercosur-Unión Europea que, además, daría un buen marco para re-potenciar al languideciente acuerdo regional. También hay que recordar que buena parte de loa países de América Latina aparecen hoy inestables políticamente y desorientados en materia económica. Corremos el riesgo de una década perdida, que hay que evitar. Para ello es necesario pensa ry actuar dando prioridad a los más necesitados, y no limitarse a declamarlo.