El gasto público, a nivel de gobierno general, es excesivo, y es imperativo que se reduzca para revitalizar la economía. El país tiene un gasto muy por encima de los niveles de gasto de otros países comparables, y está entre los más altos de la región y de los países emergentes. El gasto primario, a nivel de gobierno general, que incluye el gobierno central y los gobiernos provinciales y municipales, creció de menos del 24% del PIB en 2005 a 40% en 2015. Después de una importante reducción a 35% en 2019, volvió a subir a casi 40% en 2020. Si bien en 2021 hubo  un descenso a menos de 37%, sigue siendo muy elevado comparado con otros países. Si bien  en 2005 el país tenía un nivel de gasto comparable con el promedio de las cinco economías más  importantes de Latinoamérica, dicho promedio subió sólo gradualmente, nunca sobrepasando el  30% en los últimos quince años. Mientras tanto, la comparación con Asia es aún menos  favorable, ya que las cinco economías más importantes del sudeste asiático tienen un promedio  que osciló el 20% en el mismo período, y ahora se ubica en menos de 22%.  

El problema de política económica más importante para el país es deshacer el tremendo aumento  que se produjo durante el reinado kirchnerista. Entre 2005 y 2015, el gasto se duplicó, y tres  cuartas partes del incremento se dio en el gasto nacional, impulsado por aumentos en  jubilaciones, subsidios. El gasto provincial también subió en ese período por cerca de 5%, sin  embargo, la razón del incremento fue diferente, ya que se debió al incremento del empleo público.  Durante la gestión de Macri el gasto bajó entre 2016 y 2019 alrededor de 6% en una reducción  que afectó los subsidios, los salarios y la inversión. Lamentablemente el gasto volvió a subir en  2020 por aumentos en salud, subsidios, inversión, gasto social.  

Las jubilaciones, a 10% del PIB en 2021, son 40% del gasto primario nacional y 12% del gasto  provincial. Son el doble del promedio de otros países comparables emergentes y de la región.  Son también muy superiores al promedio de la OCDE. El gasto es elevado por lo extendido de  la cobertura y lo generoso de los beneficios. Con jubilaciones otorgadas a menores edades que  en otros países, hay 40% más jubilados que personas de más de 65 años, cuando la OCDE tiene  sólo 9% más. La situación se agrava con regímenes que permitieron la incorporación de jubilados  sin suficientes años de aportes, que actualmente son 30% del gasto jubilatorio. Y lo generoso de  los beneficios se ve en tasas de reemplazo de más de 90% del salario, en comparación con  menos del 60% para el promedio de la OCDE.  

Las erogaciones salariales del sector público, a 10% del PIB, son el segundo mayor componente  del gasto, y también son mayores que el promedio de Latinoamérica en más de un punto  porcentual. Las provincias son responsables de 70% de este gasto, y en muchas de ellas, la  proporción del empleo público es demasiado alta con respecto al empleo privado. Este indicador  muestra que el país tiene un problema serio de desarrollo de las economías provinciales, con  insuficiente dinamismo e inversión.  

Los subsidios a la energía, a 2.3% del PIB, también son de los más altos en Latinoamérica. El  actual esquema tarifario y de subsidios lleva a que la recuperación de costo energético es menos  de la mitad. Es decir que no solo los subsidios son grandes desde el punto de vista del gasto público, sino que también son gigantescos desde el punto de vista microeconómico, con una  tremenda distorsión entre costos y precios, ya que los precios no reflejan los costos y la mayor parte del costo de la energía es pagado por el fisco. Esto además significa una muy pobre  asignación de recursos públicos, ya que los subsidios de la energía tienen por beneficiarios en  gran parte a población de altos ingresos.  

La dinámica del gasto es preocupante. Si bien el déficit fiscal primario nacional se redujo en 2021 a 3% del PIB con respecto a 2020, en que fue de 6.4%, la razón de la reducción fue la baja del  gasto relacionado con la pandemia. Y la reducción fue mitigada por incrementos del gasto en  varios de los segmentos, incluidos: subsidios, gasto social, transferencias a las provincias, otras  transferencias e inversión. Es decir, el único componente que bajo fue el gasto de la pandemia.  Y el gasto primario nacional excluyendo la pandemia creció en términos reales casi 12% en 2021.  Así llegamos a fin de 2021 con un déficit nacional mayor que a fin del 2019, aún después de  haber absorbido la disminución del gasto de pandemia. Mientras tanto, si observamos el déficit  primario estructural, que excluye gasto de pandemia, y tiene en cuenta las condiciones cíclicas de precios, el déficit nacional aumentó de 1 a 2% del PIB potencial. Así, el déficit nacional total  en 2021 fue de 4.5%, algo que la economía no está en condiciones de financiar.