La inflación minorista de octubre en los EE.UU fue de 0,9% mensual, acumuló 6,2% en los últimos doce meses y llegaría a 11,3% anualizada, superando ampliamente las expectativas de muchos, pero no las de esta columna. De persistir en valores similares, la Reserva Federal (RF) se vería obligada a adelantar el tapering (menores ventas de bonos del Tesoro), y aun a anticipar las subas de tasas en la próxima reunión de la Fed. Hasta ahora, no hay señales en tal sentido. Lo primero, ya estaba programado para mediados de noviembre o diciembre. No obstante, la RF consideraba que la inflación era transitoria. No ha habido declaraciones que cambiaran ese parecer.  En su último informe, del 3 de este mes, la RF sostuvo que su Comité de Política Monetaria perseguía dos objetivos centrales: conseguir el máximo nivel de empleo y una inflación de 2% anual en el largo plazo. En nuestra visión, el segundo objetivo está en peligro. Estamos transitando un momento de gran incertidumbre, que dificulta la toma de decisiones.

Según Powell, “los riesgos están ahora, claramente, en cuellos de botella más largos y persistentes y, por lo tanto, en una inflación más alta”.  The Economist escribió, por su parte, que “con las perspectivas de inflación empañadas por la incertidumbre, los inversores empiezan a apostar a que los bancos centrales tendrán que subir, pronto, las tasas de interés”.

El aumento del PIB de los EE.UU, en la primera estimación del tercer trimestre, fue de sólo 2% anualizado, una marcada desaceleración respecto del segundo (6,7%). El menor crecimiento se debió a una caída importante del consumo. Más estructuralmente –y emblema del conflicto EE.UU vs. China- el déficit comercial de bienes y servicios de EE.UU sigue creciendo, incesantemente, y en septiembre llegó a 80.000 millones de dólares. En la coyuntura reciente hubo otros signos negativos: se estancaron las ventas industriales, cayó levemente el ingreso personal y las nuevas órdenes de bienes durables bajaron levemente (0,4%) después de 4 meses de subas. Sin embargo, los salarios privados para civiles crecieron 1,5%, un récord que parece haberse debido, paradójicamente, a que las empresas están aumentando para lograr atraer trabajadores en un mercado tenso. En sintonía, el empleo tuvo un buen desempeño en octubre, creciendo 531.000 puestos el empleo total y 604.000 el privado. Como consecuencia, cayó 0,2 puntos el desempleo, ubicándose en 4,6%.  Sin embargo, la tasa de empleo se encuentra todavía en 58,8%, debajo de la de febrero de 2020, cuando se inició la recesión, que era 61,1%.

Las acciones siguen batiendo récords en EE.UU y en otros países, y parecen entrar en zona de riesgos.

Las proyecciones globales de octubre del FMI (Cuadro 1, ya publicado aquí el mes pasado) acentuaron su optimismo, como puede verse en el predominio de los verdes en el cuadro, salvo para América Latina. El impulso lo pusieron, como siempre, los países emergentes. El mundo crecería 5,9% este año, más que recuperando la caída del 2020, el PIB global de 2021 sería bastante mayor al de 2019 y aumentaría 2,8% en el trienio 2020-22, aun con la COVID. Pese a ajustes al alza del FMI, a la Argentina le iría bastante peor, creciendo cero entre 2020 y 2022 (última columna), siendo así uno de los países de peor desempeño global, aunque, cabe decirlo, con crecimientos muy lentos en casi toda América Latina. Tanto es así que cabe preguntarse si la década en curso no estará perdida para el subcontinente o, al menos, para la mayoría de sus países. Seguiremos este tema con atención.

En el cuadro 2 se destaca, nuevamente, la fuerte valorización del dólar, pero esta vez no acompañada por muchas commodities. Algunas bolsas también se mostraron más firmes, pero quizás no por mucho tiempo, como dijimos antes. Pero la prueba de fuego para la economía global será cuándo podrá declararse la derrota de la COVID. En los últimos meses se ha mostrado muy volátil en caso, pero con marcados, aunque oscilantes, reducido su virulencia, aunque todavía acosa la variante Delta. Además, como siempre decimos, cabe recordar que acecha una gigantesca deuda global, pública y privada, que supera, por primera vez, el 350% del PIB mundial.

El devenir económico mundial, y de nuestra Argentina, tan vulnerable, dependerán en gran medida de la eficacia y la velocidad de difusión de las vacunas, aun contra nuevas cepas como la Delta –cuya ausencia de América Latina es un misterio. También parece auspiciosa la gradual difusión de píldoras anti-COVID.

En lo que se refiere a nuestro país, las elecciones recientes fueron las quintas que pierde el oficialismo. Sin embargo, nuestro país sigue “agrietado”, reacio a los acuerdos. Como argumenté recientemente en La Nación, sin acuerdos será muy difícil cortar la década sin crecimiento iniciada en 2012, y también resolver los acuciantes problemas de inflación, déficit fiscal, etc. Allí mostramos que tener y mostrar un rumbo es esencial. El mismo llevaría a maximizar le calidad y la cantidad de la inversión en capital humano y en capital físico, para así crear todos los empleos productivos necesarios para erradicar la pobreza y reducir la desigualdad.

El principal obstáculo que impide esto es la falta de acuerdos como los que llevaron a salir de atolladeros peores a España en los setenta, a Israel en los ochenta, a Chile en los noventa y a Sudáfrica en los 2000. Ojalá la dirigencia argentina se dé cuenta que sin acuerdos será muy difícil o imposible interrumpir la decadencia de sesenta años, cuando teníamos el vigésimo nivel de vida de todos los países del mundo, y ahora estamos en el sexagésimo lugar.