El panorama doméstico nos muestra una escena que se repite con frecuencia. La secuencia es que el gobierno tiene dificultades electorales y se vislumbran aumentos de gasto, con la consecuente expectativa de inflación creciente. Observamos entonces una presión al alza en el tipo de cambio y, para evitar una disparada del dólar, el gobierno anuncia nuevas restricciones cambiarias, que hacen más estricto el “cepo”.

¿Es esta una buena política? Por supuesto que no. ¿Y cuál es la causa? La expectativa de aumento de gasto con financiamiento del Banco Central. ¿No sería mejor bajar el gasto público? ¡Por supuesto! ¿Y por qué el gobierno elegiría una política que no es óptima? Cortoplacismo y búsqueda de ventaja política, sin duda. Pero alguien podría preguntarse si el control de cambios es realmente malo, y esa pregunta motiva este artículo. ¿Cuáles son los problemas del cepo?

Por una parte, establece restricciones de cantidad por tipo de gasto que generan un tipo de cambio múltiple. Por otra parte, limita las transacciones, provocando pérdidas de bienestar por las transacciones que se pierden, o genera un incentivo operaciones informales. Con los límites cuantitativos a la compra de dólares, muchas transacciones se ven imposibilitadas. Un régimen de mercado libre permite que las transacciones se realicen siempre que las partes lo consideren beneficioso. Las transacciones que aumentan la utilidad del comprador por encima del costo del vendedor se realizan, aumentando el bienestar general. Las transacciones que no se realizan son aquellas en las que el costo excede el beneficio. Es decir, la asignación del mercado libre es óptima. No hay desperdicio ni oportunidades perdidas. Con cupos máximos de operaciones, la sociedad pierde bienestar.

Algo similar sucede con el tipo de cambio múltiple. Las restricciones provocan que un mismo bien, el dólar, tenga distintos precios, según condiciones administrativas relacionadas con el comprador o el uso. Eso es ineficiente porque hay transacciones que se hacen a un precio más bajas que el equilibrio de mercado y por ende son asignaciones de recursos ineficientes ya que el beneficio que se obtiene es menor que el costo de oportunidad. Por ejemplo, al tipo de cambio bajo se realizan importaciones que no se realizarían al tipo de cambio alto, por lo que hay una ineficiencia por mala asignación de recursos. De la misma manera, una transacción al tipo de cambio bajo impide una más valiosa que se haría al tipo de cambio alto. Y esto se aplica a importaciones de bienes y servicios que resultan excesivamente baratos en términos relativos, tanto sean recursos asociados con el consumo o la inversión. Es decir, la sociedad pierde.

Con respecto al incentivo a las operaciones informales, vemos cómo una regulación injusta deteriora las instituciones, alentando transacciones al margen de la ley. Además, debilita el marco general regulatorio impositivo, porque aumenta el sector informal de la economía. Más grave aún, es que genera un potencial negocio para quienes están en condiciones de hacer ajustes de política que favorecen a ciertos grupos. Por último, se presentan mayores oportunidades para el tráfico de influencias y funcionarios corruptos que pueden favorecer a quienes quieran hacerse de divisas en condiciones más favorables que lo que la regulación permite.

Se generan además problemas de índole macroeconómica. El cepo genera un desequilibrio en política del sector externo, ya que el tipo de cambio es el precio que equilibra la balanza de pagos, trayendo equilibrio al mercado de exportaciones, importaciones, y flujos de capital internacional. Con controles arbitrarios y cambiantes, se hace difícil restablecer el equilibrio externo. Al mismo tiempo, se continúa con un desequilibrio fiscal, expresado por un excesivo déficit, que requiere financiamiento del banco central. Y de esta manera el desequilibrio fiscal genera un desequilibrio monetario, manifestado por la alta inflación. El resultado de una economía con tantos desequilibrios es un excesivo riesgo, ya que se pueden anticipar correcciones bruscas que pueden generar pérdidas significativas en los agentes económicos. Y el mayor riesgo disminuye la inversión, generando estancamiento. Éste último agrava el desequilibrio fiscal, ya que la recaudación impositiva se estanca también, retroalimentando el círculo vicioso.

Es decir, el cepo cambiario es un verdadero desastre de política. ¿Y cómo se entiende que sea parte de la política económica? Se entiende porque permite al gobierno hacer política discrecional, por la cual algunos participantes del mercado, ya sea en el sector público o el sector privado pueden obtener un bien: las divisas, a precio más bajo. Es propio de un gobierno con una concepción de la actividad económica en la que ésta está dependiente de la actividad política, y el éxito en los negocios o la posibilidad de consumir se condice con el favor del gobierno otorgado a grupos afines.