El atraso cambiario acumulado durante la gestión de Alberto Fernández (más del 30%) en conjunto con la sostenida y alta brecha cambiaria (+80% promedio, con picos de 150%, que implicaron un desincentivo a exportar y enormes incentivos a importar) y, finalmente, la sequía en 2023, fueron los principales determinantes de la pérdida de casi USD 22.000 millones de reservas netas desde fines de 2019, a pesar de haber tenido un superávit comercial de USD 27.000 M en el mismo período.

Así, una de las mayores urgencias económicas hacia fines de 2023 radicaba en el nivel negativo de reservas internacionales netas (hoy todavía en valores muy bajos) y su dinámica peligrosamente decreciente, llegando a picos de casi USD -11.500 M los primeros días de diciembre pasado. Esto implicaba severas restricciones al acceso de divisas con repercusiones en la brecha cambiaria y en el nivel de actividad (aunque atenuado por la deuda comercial).

En este sentido, una de las primeras medidas tomadas por el nuevo gobierno fue acomodar el tipo de cambio (13-dic: +118% d/d) hacia un nivel competitivo, llevándolo a un valor en términos reales cercano al promedio de los años 2003-2007, reduciendo la brecha fuertemente, incentivando a las exportaciones (a pesar de sumar retenciones, en teoría, transitorias) y encareciendo sensiblemente a las importaciones (a las cuales se les sumó 17,5% de Impuestos PAIS). Pero, al mismo tiempo, se anunció que el tipo de cambio tendría una devaluación mensual en torno al 2%.

En este contexto, la intervención diaria del BCRA, de promediar ventas diarias por más de USD 80 M las dos semanas previas al salto, pasó a comprar en promedio casi USD 220 M, y las reservas internacionales crecieron casi USD 3.000 M en apenas tres semanas. Vale la pena mencionar que la demanda por importaciones todavía se encontró reducida con plazos para acceder a las divisas.

No obstante, la contracara de la devaluación fue una aceleración inflacionaria muy grande que elevó la estimación de inflación para diciembre, en torno al 25%, y el primer cuatrimestre de 2024, con un promedio mensual en torno al 18%. Esto, además de tener severas consecuencias en la economía real vía salarios, consumo y actividad, puede erosionar rápidamente la competitividad ganada si la devaluación no sigue a los precios, repercutiendo en el objetivo de acumular divisas para lograr un crecimiento sostenido (sin nuevas devaluaciones).

Para tomar dimensión de lo que implicaría mantener el objetivo de devaluación del 2% mensual con la aceleración inflacionaria proyectada hacia abril, se observaría una caída del tipo de cambio real respecto diciembre de 2023 de casi 30%, equivalente a valor de hoy a unos $580 (vs $810 actuales). Así, este nivel de competitividad sería similar al de noviembre de 2023, pre salto devaluatorio, y a su vez similar al diciembre de 2015 (que contenía parte de la normalización cambiaria).

Por esta razón es que se estima que, bajo la inflación estimada durante el periodo diciembre 2023 y abril 2024 (25%, 30%, 18% y 14%), sería insostenible el esquema cambiario actual ya que toda la ganancia de competitividad sería erosionada volviendo a valores mínimos desde la salida de la convertibilidad, solo superado por algunos valores del segundo semestre de 2015.

De este modo, se asume que durante el mes de enero corriente comenzará gradualmente una aceleración devaluatoria con el objetivo de igualar la velocidad de los precios hacia abril, en torno al 10%. Bajo este esquema estimado, el tipo de cambio real tendría una caída alrededor del 14% hacia abril (estabilizándose luego), llegando a unos $715 actuales y equivalente al nivel de agosto de 2023 con el salto cambiario posPASO.