Desde el gobierno han deslizado múltiples veces –y también explicitado en el acuerdo con el FMI– que hacia mitad de año se lograría una unificación cambiaria, entendida como el camino a un solo tipo de cambio para terminar nuevamente con el período de brechas entre la cotización oficial y los financieros. Vale la pena mencionar que un solo tipo de cambio implicaría prácticamente ninguna restricción al acceso de divisas para ningún agente económico. Esta decisión tendría múltiples implicancias en términos económicos, por lo que vale la pena evaluar su impacto.

La última vez que se realizó una unificación cambiaria fue en diciembre de 2015, iniciado el gobierno de Macri, donde el tipo de cambio oficial (en ese momento 9,83 $/USD) se incrementó un 40% y así redujo la brecha desde un 50% a un 5% en los primeros días para luego seguir bajando. Esta devaluación (unificación) tuvo un claro impacto en los precios, con su consecuente shock en salarios y actividad. A su vez, esta unificación y apertura financiera permitió el mayor ingreso de capitales (deuda privada y pública), pero, a pesar de haber avanzado un 35% en el TCRM (unos 750 $/USD a precios de hoy), aceleró sostenidamente la pérdida de divisas del BCRA a través de la formación de activos externos del sector privado, sumado al pago de intereses y servicios.

En este marco, estimando un escenario donde la devaluación mensual se acelera en marzo en torno al 5% y ya al 10% para abril y mayo, se estaría estabilizando el TCRM a precios de hoy en un valor algo por encima de 760 $/USD, apenas un 1% por encima de aquel de Macri. Así, unificar en esos valores, aunque haya una baja transitoria de la brecha por entrada de dólares por la cosecha, podría derivar nuevamente en un flujo de salida de divisas por fuerte demanda del sector privado.

Dicho esto, parecería prudente pensar que, en el caso de haber una unificación, esta se daría luego de un nuevo salto cambiario, aunque mucho menor al de diciembre pasado, en torno al 35% (valor similar al estimado para la brecha), seguido de una devaluación mensual en torno al 5% hasta fin de año. Esta corrección cambiaria elevaría el TCRM a un valor a precios de hoy en torno a 915 $/USD (casi un 2% por debajo del pico de enero 2024).

Asimismo, la unificación sería el final del impuesto PAIS, una importante herramienta para llegar al equilibrio fiscal que pretende el gobierno. Por lo tanto, para que su impacto no sea tan grande, una devaluación atenuaría esa baja en la recaudación por los impuestos relacionados con el comercio exterior que se ampliarían.

La "devaluación unificadora" hacia junio volvería entonces a tener impacto sobre los precios, cortando el sendero descendente iniciado luego del salto en diciembre, con una aceleración de mayo a junio (unos 5 puntos, de 9% a 14%), inercia en julio (alrededor del 12%) y luego una sensible baja (en torno al 8%) volviendo al sendero de desinflación previo (dinámica similar al salto de agosto 2023). Con estos números, habría una mejora relevante en el TCRM en el corto plazo, terminando el 2024 en valor de hoy a un monto cercano a los 820 $/USD. A su vez, podría esperarse una transitoria suba de tasas (bimestre de aceleración), para contener más el alza de precios (alrededor de 10 puntos), y luego volver a bajar para iniciar el sendero de descenso hacia fin de año, acompañando a la inflación mensual.

En este contexto, parecería inevitable un nuevo shock en salarios y actividad, elevando la caída más cerca del 5% que del 4% sin unificación, aunque mucho menor al sufrido recientemente por el salto cambiario y corrección de tarifas. Por lo tanto, podría esperarse una breve desaceleración en la recuperación durante el tercer trimestre, sin mostrar caída trimestral. Por otro lado, la mejora de la competitividad podría ampliar el superávit comercial y la entrada de divisas al BCRA, asegurando la meta del FMI.

Así las cosas, el escenario de unificación en el corto plazo mejora la competitividad, erradica la brecha y fortalece el balance del BCRA. No obstante, la contracara de ello viene por el lado de un parate transitorio en la desinflación y repercusiones derivadas en la actividad e indicadores sociales, que tendrán una recuperación más lenta. Hacia el mediano plazo, está claro que las condiciones serían mejores en una economía sin restricciones con un BCRA con los fondos suficientes para afrontar obligaciones. Este es el trade-off de corto y mediano plazo que el gobierno debe evaluar si quiere apresurarse a unificar el tipo de cambio actual en el país.