Desde 2011, momento en el que el PBI dejó de crecer, estaríamos entrando en la quinta recesión –sin contar la pandemia– (2012, 2014, 2016, 2018-19, 2023-24), y cada una de ellas va tomando sucesivamente más fuerza. Los desequilibrios macroeconómicos se amplían de la mano de una inflación gradualmente más alta que genera más distorsiones y eleva la pobreza.
Hasta el 3Q23, a pesar de la mala cosecha por efecto de la sequía, la actividad económica se mantuvo en un nivel relativamente alto (casi 5% por encima del 2019). El consumo y la inversión mostraron dinámicas positivas (+8% y +33% frente a 2019, respectivamente), el desempleo se situó por debajo del 6% (aunque con una composición muy deteriorada) y los salarios reales se mantuvieron relativamente estables a pesar de una inflación creciente. La pobreza era la única variable que lograba escapar a este entorno, con una tendencia creciente.
Pero todo ese panorama de actividad económica era muy frágil, sostenido con un tipo de cambio retrasado, tarifas reguladas congeladas, deuda comercial alcanzando niveles récord y un abultado déficit fiscal concentrado en la segunda parte del año. Estas condiciones permitieron mantener altas las importaciones (aunque no había dólares para pagarlas) y así fomentar la inversión, y expandir el consumo (con mayor gasto público y todo tipo de financiamiento). La contracara de esto fue la aceleración de la inflación que ya para noviembre de 2023 escalaba al 12% mensual. Algo muy similar, pero con otras magnitudes, ocurrió hacia fines de 2015.
Las primeras medidas económicas de la nueva gestión y una inercia negativa que se inició hacia el último cuarto del año (-1,3% trimestre a trimestre esperado vs +2,7% previo) están teniendo un impacto sensible en la actividad económica con amplios efectos sociales estimados. La aguda corrección del tipo de cambio y el inicio del aumento de tarifas reguladas, junto con una reducción del gasto público y tasas de interés reales muy negativas, tuvieron un fuerte impacto negativo en los precios –25,5% en diciembre de 2023 y algo por debajo del 20% mensual promedio estimado para el 1Q24– y en los salarios –que caerían casi un 20% real entre diciembre y marzo–, así como también en el empleo, que de estar estancado habría comenzado a caer.
En este marco, los indicadores adelantados están arrojando contundentes resultados de contracción económica:
- Por el lado de la recaudación, los impuestos ligados a la actividad exhibieron fuertes caídas reales interanuales en enero. En el caso del IVA DGI, la merma fue del 17,8% (vs. -6,7% en diciembre de 2023), el valor más bajo desde la pandemia, mientras que, en lo referente a los Débitos y Créditos, la caída alcanzó el 18,8% (vs -13,8% en diciembre de 2023), la contracción más marcada desde octubre de 2002.
- Las importaciones mostraron en diciembre pasado una caída en cantidades de más del 16% i.a. (vs. -3% noviembre de 2023), que se eleva a casi 40% si se observan los bienes de capital.
- Del lado de la industria, el IPI exhibió en diciembre una contundente caída de casi 13% i.a., con sectores relevantes mostrando fuertes caídas como metales (-29% i.a.), minerales no metálicos (-19% i.a.) y alimentos y bebidas (-8% i.a.).
- Además, en el sector automotriz, la producción de autos de enero mostró una caída del 17% i.a. (vs -0,4% dic-23), baja más fuerte desde enero de 2022. Por su parte, los patentamientos de 0km mostraron una caída del 33% i.a., merma más pronunciada desde la pandemia. En el caso de las motos, el patentamiento sufrió una caída del 20% i.a.
- Por el lado de la construcción, el ISAC develó una abrupta baja del 12% i.a. en diciembre. Además, los indicadores adelantados de enero exhibieron fuertes caídas, como el consumo de cemento, que bajó 20% i.a., y el índice Construya, que se redujo 28% i.a.
- Asimismo, indicadores de consumo ya revelan fuertes contracciones para enero: las ventas minoristas que publica CAME cayeron un 28,5% i.a., mientras que el relevamiento de la consultora Scentia dio cuenta de que en la primera quincena de enero las ventas en estos comercios cayeron un 12% interanual.
Este panorama proyecta una caída de la actividad en el 1Q24 en torno al 5,5% trimestre a trimestre y 7% interanual. Para poner en perspectiva, sin contar la pandemia, con el fin de identificar caídas de estas magnitudes, hay que remontarse hasta la salida de la convertibilidad en 2001/2 (4Q01: -5,7% t/t). Luego, con un plan económico exitoso (sin sobresaltos), la actividad podría comenzar a crecer recién en el segundo semestre, debido a la sostenida baja de la inflación y a los salarios creciendo, pero dejando en el año una caída del PBI de más del 4%.
En este contexto, son inevitables las consecuencias en el desempleo y la pobreza, constituyendo posibles limitaciones a las políticas del gobierno. En el primer caso, se observaría una tendencia creciente con un pico en el segundo trimestre del año, alcanzando tasas de desempleo en el entorno del 9/10%. Esto, en conjunto con salarios (e ingresos de los hogares) reales muy deprimidos, podría elevar la tasa de pobreza del 43/45% estimado para el segundo semestre del año pasado a un valor significativamente por encima del 50% en la primera mitad de 2024.
Si bien es difícil determinar el umbral donde el contexto socioeconómico se vuelve insostenible, resulta crucial que las políticas contribuyan a revertir este shock social de manera ágil y evitar su prolongación. En otras palabras, si lo que se observa es una recuperación en forma de “V”, donde, a pesar de la fuerte caída, la percepción de superación de la crisis es más favorable que en un escenario en “L”, donde el descontento se prolonga y la recesión se agudiza. Además, la aparición de nuevos eventos negativos que profundicen o generen volatilidad podría incrementar significativamente el descontento social.
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1 Índice de Producción Industrial - INDEC
2 Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción - INDEC
3 Confederación Argentina de la Mediana Empresa