Tras 13 años de déficit comercial energético –con una breve pausa en 2020 por la recesión de la pandemia–, el sector ha pasado a ser un pilar relevante en 2024 por su capacidad de generar divisas. Este año, aportaría USD 5.500 M, con exportaciones estimadas en USD 10.000 M e importaciones de USD 4.500 M. Para 2025, se proyecta un aumento del superávit a USD 7.600 M, impulsado por exportaciones de USD 12.800 M e importaciones de USD 5.200 M. Este cambio de escenario se consolida gracias a la construcción del gasoducto de Vaca Muerta, que ha permitido destapar la capacidad de producción local. Aunque la recesión modera la demanda importadora, el principal dinamismo proviene de la mayor producción interna, llevando las exportaciones a niveles récord desde 1992 y reduciendo la dependencia de las importaciones, como lo muestra la ausencia de compras de GNL en septiembre.
Más allá de un alivio coyuntural, el superávit energético se proyecta como estructural, con expectativas de aportar divisas sistemáticamente y de forma creciente en los próximos años. El optimismo del sector se extiende más allá de 2025, previendo que la finalización de obras clave alivie los cuellos de botella en el transporte y permita una mayor expansión de las exportaciones. En particular, el sector espera la reversión del Gasoducto Norte, que permitirá reemplazar importaciones de gas boliviano; la ampliación del Gasoducto Kirchner – Tramo II, que facilitará exportaciones hacia Brasil y Paraguay; y la construcción de una planta de licuefacción de gas, que posicionará al país en los mercados internacionales de GNL.
El sector energético no solo representa un alivio temporal, sino que su consolidación es fundamental para mejorar de forma estructural la balanza externa. Aunque el superávit actual es relativamente pequeño en términos absolutos, su relevancia radica en la capacidad de reducir la estacionalidad del mercado cambiario, un problema históricamente ligado a la concentración en exportaciones agroindustriales. Diversificar las fuentes de divisas es clave para sostener un tipo de cambio más estable en el mediano y largo plazo. Algunos especialistas incluso hablan de un nuevo riesgo de "Dutch disease", en el cual el dinamismo energético complica el equilibrio entre el tipo de cambio real urbano y no urbano. A pesar de estos desafíos, se destaca el crecimiento de empresas proveedoras de servicios e insumos vinculadas al sector, lo que impulsa las economías regionales.
En los primeros nueve meses del año, el sector registró un superávit comercial de USD 3.709 M, revirtiendo el déficit de USD 1.027 M del mismo período de 2023. El crecimiento de las exportaciones, con un aumento total del 26,3% i.a., fue clave para este superávit, impulsado por un incremento del 28,7% i.a. acumulado en las cantidades exportadas, que compensó una caída del 1,9% en los precios. Las ventas de crudo lideraron este desempeño, con un total de USD 4.033 M en nueve meses, un volumen de 206.000 barriles diarios en septiembre (+51% i.a.) y un precio promedio de USD 73/barril (-13% i.a.).
Por el lado de las importaciones, el valor cayó 48,3% i.a. acumulado, debido a una reducción del 40,9% i.a. en las cantidades y del 12,5% i.a. en los precios. Las importaciones de gasoil bajaron 46% i.a., mientras que las de gas natural licuado disminuyeron 64,1% i.a. (en septiembre directamente no se realizaron compras de GNL).
La producción de petróleo mostró un sólido crecimiento del 15% i.a. en septiembre, alcanzando 732.000 barriles diarios, el nivel más alto desde octubre de 2003. En el año, la producción creció un total de 10% i.a., impulsada por el dinamismo de la producción no convencional, que aumentó 27% i.a.
En contraste, la producción de gas natural mostró signos de desaceleración, con un crecimiento del 2,8% i.a. en septiembre, aunque fue el mejor registro para ese mes desde 2004. En los primeros nueve meses del año, la producción acumulada subió 6% i.a., destacando el aumento del 15% i.a. en la producción no convencional, frente a una caída del 8% en la producción convencional.
Este boom productivo, especialmente en el sector no convencional, se reflejó en el mercado. Durante 2024, el rendimiento del sector energético estuvo en línea con el Merval, que mantiene una clara tendencia alcista. Sin embargo, destaca el desempeño de Vista, cuyos movimientos superaron al índice. Es importante señalar que las empresas energéticas ya venían de un fuerte ciclo alcista desde 2022, separándose del Merval. Esto sugiere que el mercado ya habría descontado en los precios la mejora en la producción y los mayores ingresos de divisas generados por el sector energético.
En síntesis, la oferta energética sigue marcando récords, liderada por el crecimiento de los no convencionales, lo que permite expandir la capacidad exportadora del país. Este cambio no solo refleja un boom productivo, sino que consolida al sector como una realidad estratégica para la generación de divisas. El crecimiento sostenido de la industria energética representa una oportunidad clave para reducir la dependencia del sector agroindustrial como principal motor exportador y contribuir a la estabilidad del mercado cambiario en el mediano plazo.