En América Latina se espera un crecimiento económico de 1,5% para el año 2020. Para el 2021, se conjetura un mayor repunte económico vinculado a una mayor demanda interna. En relación al crecimiento económico para 2020, se destaca la economía boliviana que se expandió 4% desde 2010 al 2019, y se sitúa hoy en la tercera posición después de Panamá y República Dominicana.
Sin embargo, se estima que la tasa de expansión de la región será menor si sigue muy presente el coronavirus y China reduce su crecimiento. Es el escenario más adverso porque hay una fuerte dependencia de la región con China en las exportaciones. Pero a pesar de que es una hipótesis que algunos arriesgan, por ahora no parece probable un escenario de recesión global.
Durante este 2020 el crecimiento de la región estará nuevamente por debajo del crecimiento potencial. Esto se asocia, en parte, a la falta de reformas estructurales que dificultan el proceso de convergencia del producto per cápita al conjunto de las economías desarrolladas. En cuanto a reformas pendientes, se destacan las de Brasil en el área impositiva y comercial y las de México en materia energética.
Respecto al frente externo, la cuenta corriente del balance de pagos de la región es de -1,5%, el mayor déficit lo tiene Colombia con 4%. En América Latina, el saldo de cuenta corriente negativo depende básicamente de los precios de las materias primas. Las exportaciones de la región vinculadas a materias primas están más expuestas a los cambios de demanda por parte de China, ya que los productos de la región tienen elasticidades de comercio superiores a la de los productos manufacturados. A su vez, las exportaciones de la región ya se amesetaron hace dos años por la guerra comercial Estados Unidos-China. En este punto, debemos recordar que la productividad total de los factores está influida por el precio de las materias primas. La actividad económica reducida, junto a los bajos niveles de precios de las materias primas, se traducen en poca presión inflacionaria, dando lugar a una política monetaria más acomodaticia mediante reducción de tasas de interés. Al mismo tiempo, se observan en la región mayores gastos de tipo social y de infraestructura, luego de las protestas con foco en Chile pero generalizadas a la región.
El déficit fiscal de la región es de 4% del PIB, siendo especialmente elevado el de Brasil, que además tiene una deuda pública de 94% del PIB. En Chile, aumentó el ratio de la deuda por demandas sociales. En América Latina, los ratios de deuda pública respecto al PIB son bajos con la excepción de los casos de Brasil y Argentina. Ciertamente la deuda externa de las grandes economías latinoamericanas continúa ampliándose.
La energía es un área relevante para la región. Estados Unidos requerirá acuerdos de abastecimiento de petróleo y América Latina precisará apoyo en biocombustibles y energías renovables. En esta década que fue cuasi perdida para América del Sur, América Central tuvo buen desempeño debido a su relación con Estados Unidos.
Si bien no hay conflictos armados en la región, la violencia y el crimen organizado adquieren notoriedad como amenaza.
Por otra parte, en América Latina la reflexión estratégica es pobre, con una visión corta de coyuntura y ausencia de propósitos de mayor alcance. En desarrollo, al compararse con Asia se destaca menor productividad, escaso ahorro, tendencia a la ideologización y déficit de infraestructura (estimado en un billón de dólares). En definitiva, sigue vigente la agenda de desarrollo de la que empezó a hablarse en los años 50, cuando surgía la Cepal.
En general, la región sigue en un ritmo muy moderado de crecimiento, sin contar Venezuela y Argentina en recesión. Pareciera que la sorpresa chilena llegó para quedarse. Siguen las críticas sistémicas a un país que era modelo en la región. Bolivia enfrenta elecciones disputadas, el MAS se impondría porque la oposición va muy atomizada. En lo referente a Venezuela, probablemente el régimen esté en un equilibrio estable gracias al apoyo militar interno y el soporte de Rusia y Cuba. Mientras que en Ecuador, hay una gran validación de la dolarización por parte del establishment, pero el riesgo país se encuentra en 1000 puntos, lo cual no es un dato menor. Perú sigue creciendo, pero a una tasa moderada. Paraguay está en una fase expansiva y destaca respecto al resto de la región. Uruguay, por su parte, seguramente pondrá más incentivos de mercado con la nueva gestión del presidente electo Lacalle Pou, que asume el 1ro. de marzo. Por otro lado, México crece poco, con un presidente popular. Se está a la espera de cómo quedará delineado el nuevo Nafta. Colombia sigue con buena macro y sin las FARC.
Después de este repaso de la región, amerita reflexionar unas líneas sobre Brasil, clave para el avance de nuestro país. Brasil quiere disputar la posición en la OCDE con Argentina, que durante el macrismo se puso tanto esfuerzo para conseguir. Mientras que Bolsonaro se prepara para una elección de medio término, la economía de su país está tomando mayor ritmo. Se quiere privatizar con mayor contundencia. Se espera un 2,5% para este año en cuanto al PIB, con inflación baja de 4%. La tasa de referencia de política monetaria, SELIC, también es muy baja: menos de 5 %.
Por el lado del sector externo, la balanza comercial de Brasil sigue siendo positiva, pero la cuenta corriente continua negativa. La agroindustria sigue fuerte y la industria manufacturera está encaminada a recuperar su capacidad instalada. Por ahora no ha habido movimientos sociales como los de Chile, vinculados a aspiraciones de mejora de la clase media. La situación fiscal es similar a la de Argentina, con 5 puntos de déficit fiscal global y un déficit primario de un punto del PIB.
El ministro Guedes impulsa una visión más liberal, pero en estos casi catorce meses de gobierno no se observaron cambios muy sensibles en esta dirección. Existe una muy buena relación con Estados Unidos. En ese contexto, se propone que el Mercosur sea relanzado con un nuevo arancel externo común.
Después de superada parcialmente la crisis en actividad e instituciones (Lavajato), es oportuno analizar cuáles son las expectativas macroeconómicas de Brasil. Se trata del principal socio comercial de la Argentina con el que tenemos cierto equilibrio comercial en los últimos años. El saldo comercial pareciera jugar a favor de Argentina por nuestra recesión. Para nuestro país, el crecimiento de Brasil es un punto de enorme relevancia para consolidar el proceso de expansión. Dicho crecimiento, al que se suma un tipo de cambio bilateral relativamente estabilizado, puede fortalecer también el proceso de integración del Mercosur, aumentando el flujo de comercio entre los dos principales países del bloque.