En un año marcado por eventos significativos que sacudieron los mercados globales, como el fin de la política de Cero-COVID en China, conflictos bélicos en diversas regiones, y la crisis bancaria reflejada en las quiebras de Silicon Valley Bank y Signature Bank, así como la adquisición de Credit Suisse por UBS, las acciones lograron un rendimiento positivo. Aunque los bonos tuvieron un incremento promedio del 5%, se beneficiaron particularmente en el último trimestre debido a la pronunciada disminución de las tasas de interés.

En este contexto, el S&P 500 registró un incremento del 23%, con un notable desempeño de sectores clave. El sector Tecnológico lideró con un aumento del 54%, seguido por Comunicaciones con un 49% y Consumo Discrecional con un 39%. Un factor decisivo en este crecimiento fue el aporte de las 7 Magníficas – Apple, Alphabet, Meta, Microsoft, NVIDIA, Amazon y Tesla. Estas empresas crecieron un 107%, contribuyendo de manera significativa a la escalada del Nasdaq, que observó un incremento del 42%.

Paralelamente, la Fed continuó con su ciclo monetario restrictivo iniciado en marzo de 2022, aunque este año aumentó solo 75 pb hasta el 5,50%, lo que representa una moderación en el ritmo de subas. En este escenario, aunque la inflación se atenuó, aún no alcanzó el objetivo del 2%. Así, las proyecciones indican cuatro recortes de tasas para 2024, mientras la economía muestra signos de expansión sostenida.

Bajo esa expectativa de una Fed más dovish, la historia nos muestra que cuando se inició una fase de disminución de tasas de interés, el promedio de recorte en el primer año fue de 275 pb, y la amplitud completa de este periodo de flexibilización alcanzó un descenso de 480 pb. En promedio, esta política monetaria laxa duró cerca de 1.300 días y se correlacionó con un ascenso del 50% en el índice S&P 500.

Al diferenciar según la situación macroeconómica cuando la Fed inicia su recorte de tasas, nos encontramos frente a dos posibles estados de la economía: Hard Landing (HL) y Soft Landing (SL). En un (SL), el banco central logra un equilibrio al disminuir la inflación y desacelerar la economía de forma gradual, evitando así desencadenar una recesión. En contraste, un HL se produce cuando las medidas adoptadas para contener la inflación, como el incremento de las tasas de interés, conllevan a una severa desaceleración económica o incluso a una recesión.

Históricamente en EE. UU., los escenarios de (SL) junto a ciclos de flexibilización monetaria, se han caracterizado por patrones económicos distintivos. En 1984, la economía experimentó una recuperación robusta bajo la gestión de Paul Volcker en la Fed, que había implementado políticas rigurosas para controlar la inflación alta de la época. El año 1995 destacó por un auge tecnológico y una expansión económica sostenida, apoyada por un ambiente de bajas tasas de interés y una notable estabilidad financiera. En 2019, el foco estuvo en mantener un crecimiento estable tras la Gran Recesión, ajustando las tasas de interés en respuesta a incertidumbres globales. Durante estos periodos, con un crecimiento económico promedio del 3%, la Fed redujo las tasas en aproximadamente 200 pb, y la inflación promedió un 2,7% anual. Estas fases se asociaron con mercados alcistas moderados, donde el S&P 500 mostró incrementos del 2% a los tres meses, 11% a los seis meses y 12% al año.

En los escenarios de (HL), estuvieron marcados por crisis económicas que tuvieron un impacto profundo. En 1989, la crisis de ahorros y préstamos sacudió el sector financiero, resultado de prácticas de préstamo riesgosas y desregulación, llevando a una severa desaceleración económica. El año 2001 fue testigo de la explosión de la burbuja tecnológica, donde el colapso del mercado de valores tecnológico condujo a una recesión económica y un ajuste en la valoración de las empresas de tecnología. En 2007, la crisis hipotecaria y el inicio de la Gran Recesión fueron desencadenados por el colapso del mercado inmobiliario y los préstamos subprime, lo que resultó en una desaceleración económica significativa y una crisis financiera global. Durante estos periodos de HL, con un crecimiento económico ralentizado al 0,8%, la Fed redujo las tasas de interés más drásticamente, en más de 250 pb, y la inflación se situó alrededor del 4% anual. Estas reducciones de tasas coincidieron con marcadas caídas en el mercado, con disminuciones del 3% en el primer trimestre, 10% al semestre y 16% al finalizar el año, reflejando la volatilidad y la incertidumbre económica de estos tiempos.

Respecto al resto de los activos, luego de un año de iniciado el ciclo de flexibilización monetaria, en un escenario de (SL), el Dow Jones ganó un 6% y el Nasdaq destacó con un 19%. Los bonos tuvieron también un rendimiento positivo, con los títulos del Tesoro subiendo un 12% e Investment Grade un 14%. Por otro lado, en un contexto de (HL), los índices de acciones sufrieron una disminución promedio del 17%, mientras que los bonos, aunque se mantuvieron en terreno positivo, registraron un rendimiento promedio del 5%. Estas cifras reflejan cómo las políticas monetarias afectan de manera diferenciada a los mercados de acciones y bonos, dependiendo del estado económico subyacente durante los ajustes de la Fed.

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Las proyecciones del próximo año muestran una disminución del crecimiento mundial del 2,5% en 2023 al 2,2% en 2024, mientras que en EE. UU., el crecimiento del PBI se proyecta en torno al 1%, indicando una desaceleración económica, pero evitando una recesión. También, la inflación americana irá disminuyendo gradualmente hasta alcanzar un promedio del 2,6% en 2024. En ese sentido, la Fed planea iniciar recortes de tasas a partir del 2Q24, sumando una reducción total de 75 pb para fin de año. Esta serie de factores nos marca un sendero caracterizado por un (SL), muy propicio tanto para acciones como bonos. El riesgo aquí radica en que tanto el mercado laboral como el consumo tengan cierta desaceleración sin caer en terreno contractivo, porque eso resentiría la actividad económica sin ser un entorno favorable para los mercados.

Dado este panorama, el consenso de analistas tiene divergencia de opiniones. Con un S&P en 4.700, algunos bancos como Goldman Sachs ven el índice en 5.100 para el 2024, es decir, un incremento promedio del 8,5%. Con un crecimiento americano esperado del 2,1% ante la expectativa de una disminución en la inflación y recortes en las tasas de interés por parte de la Fed que la llevarán a un rango de entre 4% y 4,25% para finales de año. Este escenario de tasas de interés en descenso se espera que impulse el múltiplo de precio a ganancias del S&P 500 de 2024 a 19,9 desde su nivel actual de 19,2. Por el contrario, JP Morgan tiene una visión más bajista que se ubica en los 4.200 con una merma promedio del 7% ante una expectativa de desaceleración del crecimiento económico de EE. UU. para finales de 2024 de 1,5%, a raíz de los aumentos en las tasas de interés. Esto tendrá un impacto negativo en los mercados que será necesario para generar alivio en las condiciones monetarias y un repunte más sostenible del mercado.

En conclusión, para el año 2024, se anticipa un Soft Landing en la economía estadounidense, caracterizado por un crecimiento moderado y una política monetaria más flexible por parte de la Fed, acompañado de una tendencia a la baja en la inflación. Si bien este entorno apunta a ser propicio tanto para el mercado de acciones como para el de bonos, todo dependerá de la evolución de la economía y del escenario global que podría presentar incertidumbres significativas que podrían impactar los mercados financieros, como las elecciones presidenciales en EE. UU., los conflictos en Medio Oriente y el impacto de la inteligencia artificial, lo que podría alterar las proyecciones económicas, generando un efecto no deseado en la economía.