Para comprender la psicología del inversor debemos entender cómo funciona la mente humana en general. Los seres humanos tenemos una serie de sesgos cognitivos que pueden afectar el juicio y la capacidad para tomar decisiones informadas. 

Uno de los más comunes es el sesgo de confirmación, que es la tendencia a buscar información que confirme nuestras creencias y a evitar información que las contradiga. Esto se puede ver reflejado en finanzas cuando un inversor cree que cierto sector es una buena inversión y, por ende, busca información que respalde su tesis e ignora información que sugiera lo contrario. Aun cuando haya señales de que el sector está sufriendo una corrección, o indicios de una posible burbuja. Una de las mejores formas de evitarlo, es ser conscientes de este sesgo y, luego de reconocer que estamos siendo influenciados por nuestras creencias y opiniones, buscar información que las contradiga. 

Por otra parte, el sesgo de anclaje es la tendencia a basar nuestras decisiones en la primera información que recibimos. Esto se puede ver reflejado en el nombre de un producto financiero. La realidad confirma que cuanto más atractivo sea el nombre, más se venderá el producto. Por ello, es fundamental recopilar información de múltiples fuentes antes de tomar una decisión. De esta manera, se puede obtener una mayor comprensión de la situación y evitar basar la decisión en una primera percepción como lo es el nombre.

El sesgo de aversión a la pérdida, por su lado, es el que hace referencia a la tendencia de valorar las pérdidas más que las ganancias. Esto se puede ver reflejado cuando se toman decisiones que minimizan la posibilidad de pérdida, incluso si eso significa perder oportunidades de ganancia. Esto puede llevar a retener acciones perdedoras en lugar de venderlas, lo que puede tener un impacto negativo en el rendimiento de la cartera. Es importante recordar que las inversiones son a largo plazo y que las fluctuaciones a corto plazo son normales. De todas formas, existen herramientas de gestión de riesgos como las órdenes stop-loss que pueden ayudar a reducir el riesgo de una inversión y limitar las pérdidas. 

Más allá de estos sesgos, los inversores están sujetos a emociones que pueden afectar su capacidad para tomar decisiones informadas. Por ejemplo, el miedo y la codicia son emociones comunes que pueden hacer que los inversores decidan de manera impulsiva y arriesgada. Al mismo tiempo, la ansiedad y el estrés también pueden afectar la toma de decisiones de un inversor, lo que puede llevar a errores costosos.

Asimismo, los inversores pueden verse afectados por los denominados prejuicios cognitivos. Son una especie de atajos mentales que el cerebro utiliza para tomar decisiones rápidas y eficientes. Sin embargo, a veces estos prejuicios pueden llevar a errores de juicio y decisiones irracionales. Uno de ellos es el efecto manada, a partir del cual las personas tomamos decisiones basadas en lo que otros están haciendo en lugar de hacer nuestra propia investigación y análisis. Este efecto puede llevar a una sobrevaloración o subvaloración de un activo. Para evitarlo, es fundamental centrarse en los hechos y en la evidencia. 

Llegados a este punto, resulta relevante destacar un concepto conocido como el “market sentiment”. Se trata de la actitud general de los inversores hacia el mercado financiero que puede afectar los precios de los activos, ya que los inversores compran o venden sus activos en función del sentimiento hacia el mercado. Como dijo Warren Buffet: “La mejor estrategia es ser temeroso cuando los demás son codiciosos y ser codicioso cuando los demás son temerosos". En esta frase, el empresario estadounidense destaca la importancia de estar en contra del consenso del mercado y tomar decisiones informadas basadas en el análisis en lugar de seguir el sentimiento de la multitud. 

El comportamiento del mercado financiero per sé también puede afectar la psicología del inversor, que al ser influenciado por la opinión de la mayoría propicia con su comportamiento la formación de burbujas especulativas. Estas, dada su volatilidad, pueden generar incertidumbre y estrés para los inversores. En tiempos de crisis financiera, además, el pánico y la desesperación suelen facilitar la toma de decisiones impulsivas y equivocadas.

En términos psicológicos podemos mencionar dos tipos de inversores en el mercado: los que van en contra de la corriente y los que, en cambio, mantienen una actitud positiva. Los primeros son aquellos que compran activos que la mayoría de los inversores están vendiendo, buscando oportunidades donde otros ven riesgos. Esta estrategia suele ser arriesgada y para inversores experimentados con una amplia comprensión de los mercados y sus tendencias. Mientras que los segundos, compran activos que están en tendencia alcista. Pueden ser más propensos a seguir la opinión general, tienen una visión a largo plazo y están dispuestos a esperar a que sus inversiones crezcan.

La psicología del inversor es un aspecto fundamental que afecta las decisiones de inversión y el rendimiento de la cartera a largo plazo. Los inversores deben comprender los prejuicios cognitivos y los sesgos que pueden afectar su toma de decisiones y trabajar para evitarlos. También deben comprender su tolerancia al riesgo y construir una cartera de inversión en base a ello. Al hacerlo, podrán tomar decisiones informadas y disciplinadas que los ayuden a alcanzar sus objetivos financieros a largo plazo.