Las elecciones en Europa mostraron un claro avance de la extrema derecha. ¿Podrías explicarnos qué se votó y cuáles son las implicancias de los resultados? 

Se votó para elegir diputados europeos. El Parlamento Europeo es la instancia legislativa de la Unión Europea (UE) y tiene prerrogativas legislativas, de presupuesto y de control del ejecutivo. Por ejemplo, el presidente de la UE es designado por el Parlamento. Estas elecciones tienen entonces consecuencias potencialmente importantes en decisiones clave de la Unión que abarcan, entre otros temas, la transición ecológica, la política comercial y la defensa.  

Hubo claramente un avance de partidos de la extrema derecha. Sumaron 185 de las 720 sillas en el parlamento (es decir, un 25% del total), cuando antes de las elecciones contaban con 108 sillas. Es un avance fuerte pero no fue una sorpresa. Pero, más allá de eso, el resultado indica que la ola de la extrema derecha llegó a instalarse definitivamente en Europa. Si bien hay heterogeneidad y cada país tiene sus particularidades, el denominador común es una visión nacionalista desencantada con el funcionamiento actual de la UE y con tendencias hacia la autocracia.

De manera general, se puede situar a este fenómeno como parte de un cambio fuerte en el capitalismo global que a mi entender comenzó con la crisis de 2008/2009, la cual preparó el terreno para la montada de partidos nacionalistas, lo que algunos llamaron el globalization  backlash. Esta fuerza se manifestó políticamente en Reino Unido en 2016 con el famoso Brexit, luego en Estados Unidos en 2018 con la elección de Donald Trump que impuso una política proteccionista y de aislamiento (que luego Joe Biden inclusive intensificó, mostrando que el cambio es profundo y duradero).

En Europa continental, la fuerza de estos partidos aumentaba de manera más tímida y se fue cristalizando en distintas instancias, como con la elección de Georgia Meloni en Italia y el triunfo de la coalición dirigida por Geert Wilders en Holanda. En las últimas elecciones, se notó un avance fuerte en dos de los países más importantes que son Francia y Alemania. 

Las causas son multidimensionales. El control de la inmigración y la defensa de la identidad nacional se citan frecuentemente. Pero se suman variables económicas, sobre todo las tensiones inflacionarias post-pandemia y las consecuencias de la guerra en Ucrania. Estos hechos han jugado un rol fuerte por el aumento de los precios de los alimentos, la energía, y el impacto que tuvo en el sector agrícola europeo que se manifestó de manera muy fuerte en los meses anteriores a la elección. 

¿Qué consecuencias podemos esperar? Macron había declarado en un discurso en mayo pasado que “Europa es mortal, puede morir”. ¿Este resultado podría ser un paso hacia la desintegración de la UE? 

JC: Me parece que sería apresurado concluir que estos resultados implican que la desintegración de la UE es inminente. Más allá de la retórica antieuropeísta de la mayoría de estos partidos, ninguno ha incluido la salida de la UE en su programa. En Francia, por ejemplo, la política de “desintoxicación” de su movimiento llevada a cabo por Marine Le Pen implica que ya no se hable más de salir del euro o de la UE. El slogan este año fue “Europa de las Naciones”, indicando una distancia con el proyecto de integración europeo, pero no una ruptura total. 

¿Por qué entonces los mercados han reaccionado fuertemente? Recordemos que la semana posterior a las elecciones las acciones europeas cayeron más de 6% y el euro tuvo una importante caída frente al dólar.

Más que nada por la incertidumbre y el miedo a un rezago europeo aún mayor ante la posible carencia de dinamismo necesario para competir en la economía global. Para entender las consecuencias económicas que estos resultados pueden tener hay que evocar el contexto global, en el cual se observa un cambio importante en cuanto a lo que respecta a la globalización. Vivimos en una época en donde las dos grandes potencias, EE. UU. y China, se disputan la hegemonía global en todos los sentidos (la económica, monetaria, tecnológica y militar). Pasamos entonces de una lógica de laissez faire a una lógica de poder en donde los Estados son actores activos y fundamentales en la competencia económica: aranceles a la importación y subsidios de gran magnitud para posicionarse en las industrias relacionadas a la transición ecológica y a la IA. Una nueva guerra fría en donde el mundo está fragmentándose lentamente en bloques geopolíticos y en la que el acceso a los materiales críticos se vuelve clave. 

En este contexto, la Unión Europea es la tercera economía, y el desafío que tiene por delante es aprender a sobrevivir, ser competitiva y resiliente. Europa parte con muchas desventajas en relación a China y EE. UU, como por ejemplo, estar rezagado en tecnología (no hay Google ni OpenAI europeos) y también la menor abundancia de recursos naturales y energéticos. 

El challenge para Europa es entonces cómo responder a las políticas intervencionistas de sus dos grandes competidores. Hay consenso entre los economistas que la solución pasa por una mayor integración, reducir barreras al movimiento de capital y conocimiento para así mejorar la asignación de recursos y aumentar la productividad. Esto se resume en cuatro libertades de movimiento: personas, capital, bienes y servicios. 

La gran ventaja europea es la diversidad y el tamaño del mercado único: 450 millones de personas, 23 millones de empresas, 17 millones de trabajadores en otro país. Pero esa diversidad es también su talón de Aquiles: es una unión de 27 países y su gran vulnerabilidad es la fragmentación interna. Estas elecciones apuntan a un mayor riesgo de fragmentación, cristalizada en un cambio de postura hacia intereses nacionales en detrimento de los supranacionales y una potencial rotura con los principios europeos. Por ejemplo, en Francia la Agrupación Nacional quiere imponer una agenda de “preferencia nacional” para puestos de trabajo o compras públicas, que es algo contrario a lo que marca la ley europea. 

También se observará probablemente un cambio de prioridades en la UE: por ejemplo, una adhesión menos comprometida con la agenda verde, lo cual puede afectar mercados y perfiles industriales. También en cuanto a política exterior, donde la fuerza con la cual la UE se opone a Rusia en Ucrania puede cambiar y tener consecuencias muy fuertes en el futuro orden global. 

De todos los países, el que más parece haber sido afectado por estas elecciones es Francia, donde vos residís hace 20 años. 

Sí. Los resultados que obtuvo la Agrupación Nacional (AN) fueron muy fuertes. Nadie dudaba que iban a sacar un muy buen score, pero lo que sorprendió muchísimo, y fue un cimbronazo en el país, fue la decisión que tomó Macron la misma noche de las elecciones: llamó a disolver la Asamblea Nacional. En Francia hay una tradición de interpretar los resultados de las elecciones europeas como una especie de referéndum de popularidad del gobierno. En ese sentido, los resultados fueron implacables: 40% de los votos fueron a los dos partidos de extrema derecha principales: 30% para AN de Marine Le Pen y 10% para Reconquete (“Reconquista”), partido a la cual estaba asociada Marion Marechal Le Pen, sobrina de Marine.

El gobierno de Macron es débil porque no tiene mayoría parlamentaria, lo que lo lleva a tener que pasar reformas utilizando el artículo 49:3 de la Constitución, con el cual se puede aprobar una ley sin el voto del Parlamento. Un caso que dejó fuertes huellas fue la reforma del sistema de pensiones que encontró mucha oposición en la Asamblea y en la calle, y fue aprobada usando ese método, lo cual generó mucho malestar e incrementó el rechazo hacia el presidente. 

Macron utilizó una prerrogativa que le da la Constitución: cuando un gobierno está bloqueado, se disuelve la Asamblea Nacional (Diputados) y se vuelve a votar. Si bien se esperaba una posible disolución en septiembre a la hora de votar el presupuesto, esta movida anticipada tomó a todos por sorpresa y generó mucha incertidumbre, muy inesperada y un dato no menor: con plazos muy cortos. Contaban con una semana para armar listas y programas, una semana de campaña. Una jugada muy riesgosa.

Y esta primera vuelta de las elecciones legislativas anticipadas se llevó a cabo el pasado domingo 30 de junio y dejó a la vista una clara victoria al partido liderado por Marine Le Pen y su alfil y presidente del partido, el joven de 28 años e inexperimentado Jordan Bardella. ¿Cuál es la situación actual en Francia? 

Como se esperaba, los resultados fueron muy favorables hacia AN, que ganó las elecciones con un 33% de los votos histórico y con una altísima participación. Fue seguido por el Nuevo Frente Popular (NFP), una alianza de izquierda que reúne a los socialdemócratas, ecologistas, comunistas y a Francia Insumisa, la facción más radical de la izquierda. La coalición liderada por Macron obtuvo 20%, lo que podría representar el fin del macronismo. Macron esperaba ser el líder de una fuerza centrista contra los extremos pero estos resultados prueban que este cálculo fue escandalosamente errado. 

En Francia, el Parlamento es el que designa al primer ministro, que es quien forma el gobierno, designando ministros y tomando las decisiones. El presidente tiene un rol más alejado, ocupándose de las relaciones internacionales. La victoria de AN los deja a un paso de la mayoría absoluta y de una cohabitación, en la cual ellos podrían designar a Jordan Bardella como primer ministro y gobernar Francia. Esto se va a definir el domingo 7 de julio, fecha en la que se lleva a cabo la segunda vuelta. Recordemos que aquí cada circunscripción vota a un solo candidato –no hay “listas sábanas”–. AN necesita al menos 289 candidatos para poder gobernar. 

De las otras fuerzas en carrera, ninguna tiene el impulso como para lograr la mayoría absoluta. Entonces, en estos días se están discutiendo alianzas para lograr un “cordón sanitario” como se suele llamar, es decir un voto con el propósito de impedir la mayoría absoluta de AN. Gracias a ese cordón sanitario Macron ganó la presidencia en 2017 y 2022, cuando en ambas ocasiones la izquierda votó en su favor contra Marine Le Pen, pero con menos fuerza en 2022 que en 2017. El NFP está dominado por la facción más extrema de la izquierda, con lo cual la elección se está midiendo en términos clásicos de izquierda contra derecha, justamente lo que Macron había eliminado al incorporar en su gobierno a cuadros de centroderecha y centroizquierda. 

Los dos escenarios que se contemplan hoy son: o una mayoría absoluta para AN, que impone un Primer Ministro y gobierna, o un cordón sanitario eficaz que resulta en una asamblea dividida en donde AN tiene la mayoría relativa y una coalición de izquierda con el centrismo a regañadientes. Existe también la posibilidad de una asamblea dividida con poco poder de acción. Ambos bloques tienen una política fiscal expansiva y existen dudas de cómo serían financiados. Economistas de alto calibre como Olivier Blanchard, antiguo Economista Jefe del FMI y Jean Tirole, Nobel en esta disciplina, se mostraron muy críticos con el programa de AN. Por otro lado, el programa de NPF implica además una fuerte suba de impuestos, sobre todo a la riqueza, que también asusta a los mercados.

*Juan Carluccio es economista, asesor económico y profesor de la Universidad de Surrey en Reino Unido. Ha publicado numerosos artículos en revistas internacionales relacionados a diferentes áreas de economía internacional y macroeconomía.