Hay un fenómeno post-pandémico que se está fortaleciendo gradualmente, es cada vez más evidente en nuestro país y que no ha sido del todo abordado. Es el hecho de que son cada vez más los jóvenes menores de 23 o 25 años que invierten en el sistema financiero. Entre los motivos por los cuales la generación Z –los centennials, nacidos entre fines de los 90 y principios de la década del 2010– está empezando a invertir desde tan jóvenes podríamos destacar, sin dudas, el crecimiento de las fintech, que está revolucionando el acceso al sistema financiero en muchos sectores de la sociedad; pero también el rol de influencers financieros que a través de YouTube, Twitter y Tik Tok, incentivan a los jóvenes a invertir y encontrar, así, formas más inteligentes de administrar su dinero.

Tras un año y medio de encierros y limitaciones a las actividades sociales, los jóvenes parecen haber encontrado en estos influencers, voces que hablan en su propio lenguaje, con sus propios códigos, sobre acciones, bonos, tasas, CEDEARs, dólar, retornos, criptomonedas.

El crecimiento fintech, en conjunción con el rol de influencers financieros en redes sociales, incentiva a los jóvenes a invertir y a encontrar formas más inteligentes de administrar su dinero.

Estas figuras acercaron a un público joven, ansioso y frustrado por un contexto social y económico desalentador, un mundo históricamente cerrado y hermético, visto a los ojos generales como muy complejo, inaccesible y hostil. Basta ver algunos de sus perfiles para entender el impacto del fenómeno: Giselle Colasurdo, más de 60 mil suscriptores en YouTube; Agustín Marchetti, más de 62 mil; Agustín Natoli (conocido como “Joven Inversor''), más de 189 mil. 

Los jóvenes de la generación Z tienen poco que ver con los GenX o los Boomers, que guardaban los billetes que les regalaban sus abuelos en los cumpleaños para después pedirle a sus padres que se los cambiaran por billetes verdes. Estos jóvenes comunes y corrientes, que todavía rinden Geografía o cursan el CBC, son, o están empezando a ser, participantes activos en el sistema financiero argentino. Y cada vez a mayor escala.

El impacto de la Gen Z en el exterior

En Estados Unidos y algunos países de Europa –principalmente el Reino Unido– este fenómeno ya es real y manifiesto. Venía cocinándose desde antes de la pandemia y, como era lógico, explotó con ella. En las islas británicas, el 16% de los centennials o Generación Z, tomó decisiones de inversión por primera vez durante la pandemia; parece poco, pero es cerca del doble, en términos porcentuales, de los inversores primerizos del resto de las generaciones.


Estos nuevos inversores, explica el Financial Times, se nutren de información vía YouTube y Reddit, y operan en apps de trading con muy bajos costos por transacción. Los centennials demostraron ser el quíntuple más propensos a buscar asesoría financiera en redes sociales que el resto de los inversores. The Motley Fool, por otro lado, informa que el 91% de los inversores centennials (y también millennials, es decir, nacidos entre mediados de los 80 y fines de los 90) prefiere buscar información en redes sociales antes que en otras fuentes. Y el 37% usa RobinHood, la app que se hizo famosa en estas latitudes con el caso GameStop.

El 91% de los inversores centennials prefiere buscar información en redes sociales antes que en otras fuentes.

En Estados Unidos no solo nos encontramos con estadísticas similares, sino también con un fenómeno muy centennial y muy interesante: las mujeres influencers financieras. Meagan Loyst tiene 23 años y una carrera realmente prometedora en el mundo de las finanzas: es la fundadora de Gen Z VC, una firma de capitales de riesgo de más de 9000 inversores centennials que todavía no tiene ni un año entero de vida. También está en el board de Girls who Invest, una organización que busca que cada vez más mujeres, de todas las edades y generaciones, inviertan y tomen decisiones inteligentes respecto a su capital. 

Por otro lado, está el caso de Allison Reichel, también de 23 años, con una presencia mucho más activa en redes. Es decir, más influencer en términos “tradicionales”: tiene 84.000 seguidores en Twitter y trabaja como consultora estratégica en Blockworks, uno de los portales financieros con foco en DeFi más importantes. Desde allí redacta y comparte su newsletter gratuita Inflated Expectations, donde sorprende en cada entrega por su filoso análisis técnico e histórico de los mercados financieros.

El desafío en Argentina

Tendrá, por ahora, una menor intensidad, pero todo esto ya está sucediendo en nuestro país. Si no tenemos la precisión de datos y estadísticas fiables es porque en la industria de la asesoría financiera, históricamente tan exclusiva y cerrada, seguimos pasmados ante el poder profundamente transformador de la tecnología. No habíamos previsto que la tecnología democratizaría a este nivel el mercado financiero, posibilitando la existencia de nuevos inversores menores de 25 años –hijos de gobiernos que, de distintas maneras y en términos generales, perjudicaron su poder adquisitivo–. Inversores centennials que se informan por las redes sociales, sin la intermediación de asesores expertos y capacitados, tomando, así, riesgos incalculables en la compraventa de criptomonedas, por ejemplo. 

Más allá del riesgo sistémico que implica un nuevo actor potencialmente masivo y relativamente neófito, no calificado de acuerdo a la definición tradicional de inversor a la hora de tomar decisiones, y a la velocidad que la tecnología les provee, acelerando así la volatilidad potencial de los mercados, las premisas culturales y de vida de este nuevo participante en el mercado podría movilizar los ejes sobre los que analizamos los activos de inversión. A medida que el peso demográfico de esta nueva generación crezca, se volcarán –a la valuación de activos del mercado y a la opinión pública– sus preferencias, tales como la  priorización de experiencias por sobre acumulación de patrimonio, la mirada de corto plazo que deviene en su percepción de que el mundo está en constante transformación, su conciencia social disruptiva y los requerimientos de sustentabilidad de todo tipo para las instituciones, los reguladores, las cotizantes y la estructura actual de asesoramiento financiero.

Las premisas culturales y de vida de este nuevo participante -los centennials- en el mercado podría movilizar los ejes sobre los que analizamos los activos de inversión.

En este sentido, el primer desafío es, sin dudas, hacia adentro: ¿qué vamos a hacer para abrirle nuestro juego al inversor centennial?¿Podemos realmente sostener nuestra actividad tal como la desarrollamos si seguimos ignorándolo?¿Cómo nos transformamos ante las prácticas y dinámicas emergentes en el mercado financiero que, tarde o temprano, se convertirán en normales?

Por otro lado, y atendiendo a otro rasgo histórico y tradicional de nuestro mundillo: ¿Cómo asistimos a la nueva generación con servicios acordes y una alfabetización financiera que complemente su perfil?¿Debemos imitar a los inversores centennials europeos y norteamericanos, que se abren al liderazgo de mujeres jóvenes en temas financieros? Tal vez esta brecha histórica en la participación entre hombres y mujeres en el mundo de las finanzas comience a transformarse desde abajo, a partir de un movimiento orgánico y libre, símbolo de un genuino cambio cultural.