El mercado se encuentra asimilando dos desafíos que están relacionados. Por un lado, las presiones inflacionarias que asoman en el horizonte producto de la recuperación económica y los gigantescos estímulos monetarios y fiscales. Por otro lado, la consecuente presión alcista sobre las tasas de interés, que aumentan el atractivo de la renta fija en detrimento de las acciones.

La suba reciente en la tasa de Treasuries a 10 años, hasta superar el 1,5% anual, aumentó los temores y el S&P 500 llegó a caer 5,7% entre el máximo del 16 de febrero y el mínimo intradiario del pasado, jueves 4 de marzo. Las tecnológicas, que presentan ratios de valuación más elevados, fueron las más castigadas.

Más allá del sell off reciente, el viernes el mercado volvió a subir y el S&P 500 cerró la semana pasada apenas 2,2% por debajo de su máximo histórico. Correcciones de este estilo son habituales en el mercado y, si bien es temprano para afirmar que las bajas encontraron piso, vale la pena analizar el pasado para ganar perspectiva sobre qué podemos esperar a futuro.

En los últimos 10 años el mercado norteamericano experimentó 21 correcciones, entendiendo estas como bajas superiores al 5% desde máximos. Ello significa que podemos esperar dos caídas de esta magnitud, o mayores, por año.

La lista de temores que llevaron al mercado a corregir a la baja en la última década es amplia: desastre nuclear por terremoto en Japón y rebaja en calificación de la deuda norteamericana (2011), crisis de deuda en Europa (2012), temor a suba de tasas de la FED (2013), caída de commodities y virus del Ébola (2014), desaceleración económica en China, temor nuclear por Corea del Norte, default Grecia (2015), Brexit y bancos europeos bajo estrés (2016), guerra comercial USA-China, temores inflacionarios y tasas subiendo (2018), nueva ronda de tarifas en la guerra comercial, devaluación del Yuan, temores de recesión (2019), coronavirus, rebrotes de casos, incertidumbre electoral y demoras en la aprobación de estímulos fiscales (2020).

Ahora bien, más allá de las caídas mencionadas, mantenerse invertido en el S&P 500 durante los últimos 10 años generó un rendimiento total de 258%. Esto es, un 13,6% anual.

La conclusión se mantiene si expandimos el radio de análisis incluso 100 años hacia atrás. En dicho caso se observan caídas desde máximos mayores, que llegan al 50% en algunos casos, junto con una suba anual no menos sorprendente: 10,7% anual.

A través de nuestra cartera recomendada “Cedear A” es posible replicar, desde el mercado local, el rendimiento del índice S&P 500. Logrando aceptar la volatilidad, se obtendrá acceso a los rendimientos elevados de largo plazo.

La mejor estrategia de inversión requiere paciencia y confianza en que las empresas generarán valor en el largo plazo. La volatilidad estará presente y, siempre que provenga de un portfolio diversificado en empresas y sectores, es el precio de admisión para retornos elevados.