Brasil es relevante para entender la economía argentina. Si bien es un país que ha enfrentado a tensiones internas, ha logrado una economía con menos vaivenes que los que se observan en nuestro país. En perspectiva histórica, durante Fernando Cardozo se lograron metas valiosas en términos macroeconómicos que, a grandes rasgos, se mantienen. Sin embargo, las complicaciones comenzaron a observarse en la segunda gestión de Dilma. Luego, con la asunción de Temer se establecieron cambios, se puso un techo para el gasto público, se hizo una modificación en la legislación laboral, entre otros aspectos que modificaron la perspectiva económica.
Actualmente, Bolsonaro sigue gobernando con su estilo populista, análogo al de Trump. Se impuso no tanto por mérito propio, sino porque la segunda vuelta era para votar en contra de un PT muy desprestigiado y con un candidato débil. El actual gobernador de San Pablo tiene chances presidenciales. El Presidente Bolsonaro gestiona la pandemia con un abordaje muy distinto que otros países de la región. La consecuencia es que se observan resultados muy desfavorables. Los militares están instalados en el gobierno. Lula sigue frágil como opositor y el PT enfrenta como dijimos el desafío de renovarse.
En cuanto al gabinete, se percibe certidumbre mientras Paulo Guedes siga al frente del Ministerio de Economía. Es garante de la libertad cambiaria y del equilibrio fiscal, y su visión del Mercosur es de un bloque más abierto. Recordemos que son tres los países con esa perspectiva dentro el mercado común de la región. No obstante, Argentina se presenta volátil y sin definición frente a esta oportunidad de relanzar el Mercosur.
La inversión extranjera en Brasil es alta, pero se señala siempre la infraestructura como variable a mejorar. En cuanto a otros indicadores, se destaca el desempleo en 12% e inflación proyectada para este año menor al 2%. La deuda pública está cerca del 92% del PIB. Brasil perdió su condición de grado de inversión. Las exportaciones son sensibles a la demanda de China, Brasil posee un sector agroindustrial que es un componente clave para el complejo exportador. A su vez, la distribución del ingreso sigue siendo de los peores números de Brasil en la comparación internacional. Los programas sociales moderaron el impacto de este tema desde inicios de siglo. En efecto, se estima que 50 millones de brasileños reciben dinero de algún programa social. Son los típicos esquemas universales de transferencias de ingresos que empezaron en Méjico con el Plan Progresa y se extendieron por la región.
La competitividad de Brasil está frágil según el ranking del WEF. La cuenta corriente relacionada en parte a esta competitividad, está cerca del equilibrio. Por otro lado, la justicia funciona mejor que en Argentina, es más independiente. La marcha del juez Moro del gobierno ya fue internalizada y no causó mayores traumas en la política.
Brasil sigue bifronte, alineado tanto a Estados Unidos como a China. Habrá que seguir su evolución y ser bien pragmáticos en cuanto a los proyectos de integración que el líder de la región quiera plantear.