El ruido que sufre Brasil opaca, en el corto plazo, el enorme potencial de la octava economía más grande del mundo. El brillo de Brasil se encuentra empañado por un contexto político y económico volátil, que no deja de ser parte de la idiosincrasia propia de las naciones latinoamericanas y su dependencia del precio de las materias primas.

Desde que comenzó el ciclo descendente en el precio de los commodities (año 2014) sus cuentas externas se deterioraron y su economía se resintió. Entre 2015 y 2016 el país sufrió una crisis en la cual el PBI se contrajo 6,7% y, desde entonces, se mantuvo estancado a punto tal que en 2019 su PBI continuaba siendo 6% menor al de 2014. En 2020, un año especialmente duro por la pandemia, su economía sufrió una caída adicional de 4,1%.

Adicionalmente, la semana pasada fue una clara muestra de la idiosincrasia latinoamericana aún presente en Brasil. Subas repentinas en el precio de los combustibles, amenazas de huelgas en el gremio de camioneros y un cambio de mando en la petrolera estatal terminaron impactando no solo a Petrobras, que perdió un cuarto de su valor desde entonces, sino también a todo el mercado: el MSCI Brazil (EWZ) acumula una caída de 13% desde el comienzo de la semana pasada.

Más allá de ello, el potencial del país es excepcional. Brasil es la 8va economía más grande del mundo, superando a países como Reino Unido y Francia. El país cuenta además con una población que supera los 210 millones de habitantes, explicando 2,7% de la población mundial y constituyéndose como el 6to país más poblado del planeta. Su tamaño es también importante, siendo el 5to país más grande del mundo.

Las reformas estructurales aprobadas durante el gobierno de Michel Temer en 2017 (laboral) y las realizadas posteriormente por Bolsonaro en 2019 (previsional) y 2020, como también las que vienen en camino durante 2021 (administrativa, impositiva) aumentan el crecimiento potencial de Brasil, cuya economía comenzó a recuperarse de la pandemia y se encuentra en expansión desde hace 10 meses.

El promisorio panorama futuro de Brasil se combina con valuaciones muy deprimidas por el impacto de la pandemia y el largo estancamiento mencionado, otorgando al mercado de Brasil una posición única para beneficiarse tanto de la recuperación global como del renacer de un nuevo ciclo alcista en el precio de los commodities.

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