Los últimos años han sido tiempos de cambios profundos a nivel mundial, la delicada situación geopolítica se suma a la volatilidad económica, el avance tecnológico, las complicaciones en la cadena de suministros y el crecimiento de los ciberdelitos. Frente a este panorama, las empresas se ven en la necesidad de adoptar nuevos modelos en la gestión de riesgos.

Estas nuevas perspectivas hacen visible la necesidad de pensar en el cambio de enfoque, migrando desde un factor individual hacia un efecto multiplicador, donde los diferentes riesgos que se presentan se combinan, se superponen y se amplifican entre sí, generando un entorno más inesperado y desafiante para las organizaciones.

De acuerdo a la encuesta realizada por BDO a más de 500 ejecutivos de todo el mundo y reflejada en el Global Risk Landscape 2023, un 84% asegura que los peligros a los que se enfrentan están más interconectados que antes, mientras que casi el mismo porcentaje manifiesta enfocar la gestión de amenazas en estas intersecciones que aparecen.

A modo de ejemplo, los riesgos vinculados al cambio climático están entrelazados con la cadena de suministros, el valor de marca, la reputación de la compañía y su situación económica. Tal es así que casi la mitad de las personas sondeadas argumentó que esta problemática significaba una cuestión esencial en sus empresas. 

De la misma manera, para hacer frente a esta situación la posición estratégica comienza a tener un lugar central en lugar de las posiciones de carácter más defensivo que eran más comunes anteriormente. En el último tiempo ha habido un cambio en este sentido hacia enfoques que implican un trabajo con riesgos más vinculado a las probabilidades en un sentido más estadístico y menos cualitativo, trabajando además con correlaciones entre grupos de riesgos.

En este sentido, muchas de las cuestiones que empiezan a evaluarse en la gestión de posibles amenazas son los riesgos en cascada, cuando uno deriva en otro; los riesgos amplificados, cuando uno amplifica el efecto de otro; y los nuevos riesgos, que son aquellos que aparecen por el efecto multiplicador y que no habían sido contemplados antes.

Estos nuevos enfoques ratifican el desafío al que se enfrentan las organizaciones de cara al futuro. De hecho, un 74% de los líderes empresariales encuestados aseguró que sus compañías no reunían la suficiente experiencia a nivel de negocios para hacer frente a estas interconexiones y efectos multiplicadores.

Entre las combinaciones de riesgos más señaladas por los empresarios se encuentran la interrupción del negocio junto con la falta de financiamiento; el medio ambiente con la cadena de suministros; y los ciberataques sumado al fraude. 

El avance tecnológico de los últimos años también influye significativamente en esta nueva concepción de la gestión de riesgos. Tal es así que casi la mitad de los sondeados manifestó como una de sus principales preocupaciones el ciberfraude. Las nuevas tendencias que se dan a nivel digital llevan a que surjan nuevos tipos de riesgos, con diferentes grados de impacto.

En este marco es fundamental tener en consideración el desarrollo de tecnologías vinculadas a Inteligencia Artificial, no solo por su potencial de crecimiento sino también por los nuevos riesgos que su uso trae aparejado. En tiempos donde los desarrollos en este tipo de tecnologías crecen a pasos agigantados –un 83% de los empresarios la considera como una oportunidad significativa– es fundamental diagramar las nuevas estrategias y procesos con el objetivo de mitigar los inconvenientes que trae consigo. 

Por su parte los riesgos ambientales también generan una amplia gama de amenazas potenciales para las compañías, como por ejemplo problemas originados en sequías duraderas, desastres climáticos que llevan al traslado obligado de clientes o incluso interrupciones en la cadena de suministros.

A su vez, estos inconvenientes se relacionan con la necesidad de seguir estrategias de ESG a nivel corporativo, así como la preparación de cara a posibles leyes y regulaciones que se puedan dar en el tema a nivel nacional o regional.

Si bien las conexiones y el efecto multiplicador entre riesgos parece ser una tendencia a la hora de gestionar problemas, no todas las organizaciones se mueven hacia este punto. Ante este panorama complejo, las empresas deben encontrar un balance entre la gestión más tradicional  y el desarrollo de una impronta proactiva más sofisticada con el objetivo de prevenir las amenazas y convertirlas en oportunidades para el futuro.