Con una orientación más multilateral, Biden impulsa un paquete de 1,9 billones de dólares en el frente fiscal. Sigue la política monetaria expansiva americana, en definitiva un mundo de tasa cero y de dólar devaluado en 7% respecto a una canasta de monedas. Por lo tanto, buenos precios de materias primas sin ser el superciclo de los 2000.
En ese contexto se mueve una economía que el ministro Guzmán siempre dice que quiere tranquilizar. Es una economía que no apuesta al futuro, la tasa de inversión no compensa el capital que se destruye. La inversión cayó 19% el año pasado. Ciertamente, el 90% de lo que ocurre a corto plazo es explicado por la pandemia. Si esta sigue fuerte en una segunda ola intensa y sin vacunas suficientes será más de lo mismo que en 2020 aunque si no se vuelve a fase 1 habrá más margen para rebotar entre 4% y 6%.
Algunos sectores como construcción y automotriz recuperarán más. El sector agropecuario pampeano está sólido con buenos niveles de cosecha y los repetirá este año. Nunca mejor dicho como en las películas argentinas: nos salvará una buena cosecha. Sin embargo, las exportaciones están mucho más bajas que hace 10 años y el consumo sigue muy retraído.
La inflación no deja de crecer desde el parate máximo de la oferta durante abril del año pasado. El ministro Guzmán proyecta una inflación de 29% anual aunque el mercado estima en 50% y los más escépticos ven un 65% anual por la inflación núcleo que está más nerviosa. Es un frente clave de cara a la elección.
Ciertamente, los precios seguirán pisados por controles ya que ahora se apuesta a la concertación de precios y salarios. Las tarifas también reprimidas. La tregua de precios puede ayudar en parte aunque estas experiencias suelen terminar mal. La más famosa fue la de Gelbard y después el ajuste del Rodrigazo en los ´70 pero también en esos años fue la concertación de Videla-Martínez de Hoz y luego la experiencia en la gestión de Alfonsín.
Apareció nuevamente la tensión con el campo pero se encaró positivamente. Ciertamente, emerge con frecuencia la relación amigo-enemigo que es afín al kirchnerismo pero con riesgo en este caso de rebelión en el sector agropecuario, evento que podría ser relevante en la pampa húmeda con el precedente negativo del año 2008 con la resolución 125. El mito de que las materias primas influyen en los precios no es correcto, pues los países que exportan alimentos tienen inflación menor a 1% anual. Influye en la inflación la masa de pesos de la asistencia social del 2020, el déficit fiscal en 8 puntos del PIB que hay que monetizar si el gobierno no obtiene fondos por vías alternativas.
El costo de endeudarse es mayor después del arreglo del canje, de 19%, el acuerdo de deuda no significó un punto de inflexión.
Adicionalmente, los pasivos remunerados (Leliq) influyen también potencialmente en la tasa de inflación. Representan 10 puntos del PIB. Se procura bajar el gasto real con menores jubilaciones aunque el relato es diferente. Se ha entregado recaudación con el cambio de límite al impuesto a las ganancias, una medida de electoral. En ese sentido, el proyecto de no cobrar el impuesto a las ganancias a un millón de personas es una clara medida electoral, un guiño a la clase media.
Se extraña aún un plan macro más consistente pero hay que reconocer que, durante el verano que transcurre, Guzmán viene conduciendo bien, sin turbulencias en el dólar oficial ni en los alternativos. Es una economía que, como dice Kiguel, está en terapia intensiva pero estable. Guzmán es el ministro más sólido de esta administración y debe capear los embates del Instituto Patria que procuran una economía más dirigista y soviética al estilo Kiciloff. A su vez, habrá que ver cómo funciona el nuevo esquema del Consejo Económico y Social en búsqueda de consensos. Se espera poco de esta institución, pues suena solo a una propuesta voluntarista en un ámbito donde no hay cabida para reformas estructurales a la Menem.
Como estrategia electoral se quiere 3 % de aumento del salario real en el magro de acuerdo de precios y salarios. Si hubiese fase 1 quizás se vuelva al IFE o ATP en el marco de una pobreza en 48%. Muy desafiante para la estabilidad social ya que el salario real se contrajo 20% desde el inicio de la gestión Macri y 3% el año pasado en el marco de la pandemia.
El sector externo se dirige hacia los 10.000 millones de superávit que puede bajar si se concreta la idea de devaluar solo 24% con una inflación superior a 50%. Estos dólares son claves para fortalecer las reservas netas que se estiman en los U$S 3.000 millones, aunque algunos las presentan negativas en U$S 2.000 millones. A su vez, la brecha cambiaria sigue muy alta pero disminuyó de 130% a 70%. Se observa que no se quiere ir a un tipo real de cambio constante como era la idea inicial, sino retrasar el dólar, un clásico. Todas estas cuestiones de déficit fiscal, falta de reservas, brecha cambiaria, retraso del tipo de cambio, prepararían una fuerte devaluación para el año 2022. Pareciera que la idea es avanzar con el Fondo pero esto está muy abierto hasta el momento.
Esperemos que la dupla Guzmán y uno de los mejores macroeconomistas de la región, su asesor ad honorem Daniel Heymann, le puedan encontrar la vuelta y arribar a dicha tranquilidad, al menos para el mediano plazo que repercute en la marcha de las compañías y en el bienestar colectivo de una población muy sufrida por 10 años de estancamiento.