La volatilidad del dólar blue es un síntoma más de los problemas de fondo, con un cuadro de "cuasidolarización" que es reflejo de la inoperancia de la política económica de los últimos 50 años. Se estiman 400.000 millones de dólares de argentinos en el exterior, y otros 170.000 millones de dólares entre cajas de seguridad y colchones, todo lo cual se deriva de la mala praxis de política.  

El Banco Central es quien recibe el conflicto pero no es el responsable último. Lo relevante en la coyuntura es la pandemia y la falta de claridad en la gestión integral del tema económico por parte del Ejecutivo. La política es la clave, los economistas corren de atrás y suman  pero no son la pieza central. El blue es el refugio natural ante una moneda que no funciona desde los años ´70, pues desde el Rodrigazo en 1975 la misma se depreció en 14 ceros. El Banco Central perdió muchas reservas a lo largo de lo que va del kirchnerismo. Esta dinámica de bajo nivel de activos externos de la autoridad monetaria impulsó la profundización del cepo. El cepo es una fuente permanente de distorsión sobre el sistema económico y un gran obstáculo para la inversión que está en 17 puntos del PIB, muy deteriorada.

No se observa un programa económico de mediano plazo ni vocación por un ajuste real, esto es comprensible dado el contexto de enorme recesión que dejó la pandemia.  En concreto, 42 % de pobres a nivel de hogares y presión de los movimientos sociales, como vimos el día de San Cayetano, fuerzan medidas de corte populista con una matriz extendida de subsidios. Últimamente se está reflexionando en transformar este sistema de planes hacia una cultura genuina de trabajo, en lo posible formal. Tema nada sencillo de implementar.

Sin medidas de fondo también se postergó la recuperación genuina del consumo que todavía no ha llegado. El gobierno quería llegar a subir el salario real en las elecciones pero no llegó, cayó mucho el ingreso de jubilados, trabajadores informales y sector público.

Las proyecciones para el año 2021 suponen una inflación de 48%, un rebote de la actividad del 6% después de una caída de 10% el año pasado. Es clave para el año que viene la negociación con el Fondo Monetario que puede ser un ancla junto a un plan coherente de estabilización para ordenar la economía y para tranquilizarla como dice el ministro Guzmán.

No obstante, hay escenarios alternativos que se proyectan para el año 2022, cada vez más cercano,  con diferente porcentaje de ocurrencia:

a. Dolarización plena de la economía en medio de la crisis, modelo Ecuador 2000. Es muy poco probable.

b. Salto devaluatorio fuerte que licue mucho gasto público, Duhalde 2002. Podría ocurrir pero sería en todo caso una corrección menor como la de Kicillof en 2014.

c. Shock de confianza que alinee al círculo rojo como lo ocurrido con Cavallo–Menem en 1991 después de los desencuentros de 1989-1990 sin encontrar el rumbo y con dos hiperinflaciones acumuladas en el camino que inició un ciclo de inversión genuino.

d. Hiperinflación.  No se estaría dando para nada este escenario ya que Guzmán ha frenado la base monetaria y el nivel está en 3 % mensual y para hiper se espera 50 % mensual.

e. Mega inflación 100% anual, parece poco probable salvo haya un salto relevante del dólar oficial en 2022 pero el cepo  traba este proceso.

f. Descompresión del problema cambiario por más Reservas. Mayor oferta de dólares en lugar de mayor cepo. Existen propuestas como la de Redrado de acrecentar Reservas por adelanto de exportaciones.

g. Salto en las exportaciones a 90.000 millones de dólares. Condición de Pesce para pensar en sacar el cepo. Esto no es automático y depende mucho de precios internacionales de materias primas.

h. Desdoblamiento cambiario con comercial y financiero. Se hizo en otras oportunidades en el país.

En definitiva, se debe salir de esta crisis con liderazgo político como en el año 2002 y con capitalismo solidario dejando de lado las posturas ambiguas respecto a la economía de mercado. Estamos frente a una lógica de aguante y no de transformación, falta grandeza para encarar reformas que impulsen el bienestar genuino de la sociedad y dejar atrás los vientos de sirena del  populismo.