Después de la pandemia, se pueden identificar cinco fases de inflación mensual ascendentes antes del salto cambiario de diciembre del año pasado: I) 3,5% m/m en 2021; II) 5% m/m en el primer semestre de 2022; III) 6% m/m en el segundo semestre de 2022; IV) 7% m/m de enero a julio de 2023; y V) 12% m/m de agosto a noviembre de 2023. El desajuste monetario que se gestó en 2020, debido a un profundo déficit fiscal originado por el incremento del gasto y el colapso de los ingresos durante la pandemia, condujo a una aceleración gradual de los precios. Esto generó una serie de distorsiones en la economía, culminando, entre otros efectos, en más de USD 11.000 M de reservas internacionales netas negativas y un tipo de cambio real multilateral (TCRM) muy apreciado.
La significativa corrección de precios relativos desde diciembre —en el tipo de cambio nominal (TCN) y tarifas— desencadenó un considerable aumento en los precios durante el bimestre diciembre-enero, lo que añade la fase VI de inflación: un promedio de 23% m/m. A partir de ahí, la inflación inició un descenso continuo y gradual. En febrero y marzo, la inflación retrocedió a la fase 5, con un promedio del 12,1% m/m. El dato más reciente de abril muestra dos perspectivas: observando el nivel general (8,8%), la inflación se situaría entre las fases IV y V; sin embargo, si se considera la inflación núcleo (6,3%), ya habría descendido a la fase III.
La publicación de abril mostró la cuarta desaceleración consecutiva de la variación mensual, descendiendo hasta el 8,8% (desde el 25,5% en diciembre), y acumulando un incremento del 65% en lo que va del año y del 289,4% i.a. Los bienes registraron un crecimiento del 6,3% m/m, una vez más significativamente inferior al de los servicios, que avanzaron un 16,5% m/m, continuando así su convergencia en términos interanuales (291,9% vs 283,3%, respectivamente). El IPC núcleo desaceleró al 6,3% m/m (frente al 9,4% anterior), acumulando un 57% en lo que va del año y un 292% i.a., mientras que los precios regulados subieron un 18,4% m/m, acumulando un 114% en el año y un 344% i.a., reflejando un proceso de corrección de precios relativos que venían muy rezagados y que aún tiene camino por recorrer. En abril, la incidencia de los precios regulados se estimó en algo más de 3 puntos porcentuales, alcanzando casi 4 puntos para el Gran Buenos Aires.
Como era de esperar debido al aumento en la tarifa de gas, la división "Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles" registró el mayor avance con un 35,6%, seguida por "Comunicación" con un 14,2% y "Prendas de vestir y calzado" con un 9,6%. Las categorías con menores incrementos fueron "Bebidas alcohólicas y tabaco" con un 5,5%, "Bienes y servicios varios" con un 5,7% y "Alimentos y bebidas no alcohólicas" con un 6%, componentes que están más relacionados con la inflación núcleo.
El proceso de desinflación continuaría en mayo, promovido por la postergación de los aumentos tarifarios en un contexto donde se mantiene el ritmo de devaluación del 2% y la actividad lucha por encontrar el piso. Concretamente, se estima que la inflación alcance un valor en torno al 5,5% m/m, donde la inflación núcleo podría romper la barrera del 5%. Sin embargo, se anticipa que los componentes estacionales experimenten el mayor avance relativo, elevando la cifra general.
Para junio, asumiendo que el Gobierno volvería a enfocarse en el acomodamiento de precios relativos, se espera que el componente de precios regulados tenga un impacto significativo, lo cual podría elevar la inflación al 6% m/m. Entrando en el segundo semestre y suponiendo que el gobierno mantenga un ritmo de devaluación del 2% m/m para acelerar la baja de los precios, se prevé que la inflación mensual comience ya por debajo del 5% y disminuya gradualmente hasta fin de año para estabilizarse en el rango del 3%/4%. Esto implicaría volver a la fase I y cerrar el año con una marcada desaceleración de la inflación mensual entre puntas. De esta manera, la inflación de 2024 cerraría en un 135% i.a., casi 80 puntos porcentuales por debajo de la de 2023, con un sensible —pero incompleto— progreso en el acomodamiento de precios relativos.
Sin embargo, la sostenibilidad del esquema presenta desafíos, ya que en este escenario el TCRM llegaría en diciembre a un valor cercano al de noviembre de 2023, equivalente a unos $760 actuales. Actualmente, las falencias no son evidentes debido a la combinación de la recuperación de la cosecha y la caída del nivel de actividad que, junto con el nuevo esquema de pagos en cuotas de importaciones, genera un elevado superávit comercial. No obstante, en una situación más normalizada del comercio exterior, aunque se mantendría el superávit comercial, no sería suficiente para compensar los demás pagos netos en moneda extranjera, lo que limitaría el proceso de acumulación de reservas internacionales y el saneamiento del balance del BCRA. Por ello, como se mencionó en notas anteriores (Sostenibilidad de la acumulación de reservas), la acumulación de reservas desaceleraría significativamente en el segundo semestre con altas probabilidades de caída en el último cuarto. Así, mientras la inflación podría volver a la fase I, el gobierno quizás debería pasar a la fase II, recalibrando la política económica para asegurar su sostenibilidad a largo plazo, considerando que aún es necesario acumular reservas tanto para afrontar obligaciones como para comenzar a eliminar restricciones cambiarias y fortalecer la confianza a futuro.