Argentina ingresó en una nueva etapa inflacionaria, superando el umbral del 20% luego del shock en el tipo de cambio, pero con una inercia previa muy peligrosa que obliga a considerar medidas para su atenuación en el corto plazo. El único valor por encima de ese umbral desde la hiperinflación de 1990 fue el mes de febrero de 1991 (27%), cifra que podría ser superada en estos meses.

El dato de inflación en la Ciudad de Buenos Aires alcanzó el 21,1% m/m en diciembre, casi duplicando al mes previo (11,9%) y marcando un nuevo récord en su medición. Así, en 2023 acumuló una inflación del 198,4%, más que duplicando la del año anterior (94%). Llamativamente, se observó un diferencial muy marcado entre la variación de los bienes (30,3% m/m) y la de los servicios (14,2%), lo que sugiere que estos últimos podrían mostrar una aceleración en los próximos meses, en conjunto con nuevas tarifas de los servicios regulados. Además, la inflación núcleo fue algo mayor, alcanzando el 22,2% (209,5% i.a.). Se espera que el dato nacional supere este valor, situándose en torno al 25%, con una mayor variación en servicios y una mayor sensibilidad a la devaluación.

Esta enorme pérdida de valor del peso podría cambiar bruscamente el comportamiento de los agentes económicos, quienes podrían optar por refugiarse en otros activos, particularmente en divisas (dólar) o bienes y servicios (lo que generaría más inflación). En este contexto, las medidas de política económica son fundamentales para ofrecer certidumbre e intentar estabilizar nuevamente los precios.

Dar señales para corregir los desequilibrios monetarios (efectos de mediano plazo) y aumentar el rendimiento de los instrumentos en moneda local (efectos de corto plazo) son medidas habituales que buscan restituir parte del valor perdido a la moneda. De hecho, durante la mayoría de los eventos de aceleración inflacionaria (1989, 1990, 2002, 2007, 2014, 2016, 2018, 2022), las tasas de interés pasivas se elevaron a corto plazo para atenuar esa huida hacia otros activos, con menor o mayor éxito, dependiendo del contexto y de la robustez del plan económico detrás.

Para dimensionar la situación, desde 2004 hasta noviembre de 2023, la tasa mensual de interés real en plazos fijos (BADLAR) osciló entre un mínimo de -3,9% y un máximo de +1,8%, con un promedio de -0,6%. Si en lugar de usar los plazos fijos se tomara la tasa de interés de política (LEBAC/LELIQ) desde diciembre de 2015, esos valores no variarían significativamente, situándose en un mínimo de -3,2%, un máximo de +2,8% y un promedio de +0,2%.

Contrariamente a lo esperado y a experiencias previas, ante la fuerte aceleración inflacionaria iniciada en diciembre pasado, las tasas de interés fueron ajustadas a la baja. Específicamente, la tasa de política (LELIQ), junto con los pases, se redujo del 133% al 100% (TNA), lo que se traduce en una tasa mensual ligeramente superior al 8,3%. Esto repercutió en una caída de las tasas de los depósitos a plazo fijo (BADLAR), ubicándose alrededor del 9%. Este ajuste estaría implicando una tasa de interés real mensual peligrosamente negativa, en torno al 15% durante diciembre/enero, en comparación con el -1,2% promedio de agosto a noviembre de 2023 (frente a las LELIQs).

Al principio, tras el anuncio de una devaluación del 2% mensual y la significativa reducción de la brecha cambiaria, que alcanzó mínimos por debajo del 10%, la demanda de dólares se atenuó en un contexto de gran incertidumbre. A pesar de las tasas tan negativas, con los UVA destacándose aunque de difícil acceso, los depósitos a plazo fijo se mantuvieron estables.

No obstante, como se mencionó anteriormente, las consecuencias de esta política podrían derivar en una búsqueda generalizada de otros activos. De hecho, durante la última semana se observó una sensible escalada en la brecha cambiaria, que la llevó de menos del 10% a alrededor del 45% en tan solo unos pocos días. Del mismo modo, y de manera endógena, la disminución esperada en la inflación podría retrasarse si la demanda de pesos experimenta una caída sostenida.

Además, el objetivo de devaluación mensual del 2% anunciado y, por el momento, cumplido, como se detalló en la nota de la semana pasada (In)Sostenibilidad del esquema cambiario actual, se irá ajustando progresivamente. La intención es igualar la dinámica de los precios hacia fines del primer trimestre y así evitar un atraso excesivo del tipo de cambio real.

En este contexto, se podría esperar que hacia abril la tasa de interés real se sitúe en un nivel neutro, aumentando nuevamente hasta un rango de 120/130% TNA. Este ajuste podría ser mayor si la brecha cambiaria supera el 60%, buscando empatar una inflación mensual cercana al 11%. De esta manera, se intentaría generar un mayor interés para los tenedores de pesos, con el objetivo de contrarrestar la demanda de otros activos que complicarían los objetivos iniciales.