Se acercan las elecciones de medio término. La primera escala se dará en septiembre con las PASO, y en noviembre tendremos las elecciones generales, en las que se renovará la mitad de la cámara de diputados y un tercio de la de Senadores. El resultado de las mismas no es un dato menor, pues Argentina enfrenta una agenda cargada de desafíos, para los cuales el gobierno deberá contar con soporte político para llevar adelante sus políticas públicas: ya sea por una radicalización de su posición intervencionista, o bien buscando un perfil más centrado en búsquedas de consensos, resultará esencial para avanzar en reformas pro mercado (serán claves a la hora de negociar con el FMI).

Tanto el resultado como la lectura de las elecciones que se hagan, serán determinantes para la evolución de los activos argentinos. La contienda electoral se llevará a cabo en un contexto de inflación alta, falta de empleo, crecimiento de la pobreza y presión sobre el mercado de cambios. Este “combo” implica incertidumbre para un mercado local en el que los bonos cotizan descontando una probable reestructuración y un Merval que no termina de despegar, más allá del repunte logrado en los últimos dos meses.

Para producir un cambio en la dinámica política se requiere un cambio en la distribución del poder legislativo, ya sea en el Senado o en la cámara de diputados. Recordemos que el oficialismo gobierna en la mayoría en ambas cámaras, con quórum propio en la de Senadores pero no en la Cámara Baja, donde tiene  120 diputados, 9 menos de lo necesario para lograr quórum propio.

En cuanto al Senado (las elecciones de este año se desarrollan en 8 provincias), prácticamente no hay chances de que el peronismo pierda la mayoría. Desde la vuelta a la democracia en 1983, sólo entre 2010/11 el PJ no tuvo el control del Senado.

Así las cosas, lo más importante de esta elección pasa por la Cámara de Diputados, en la que para tener quórum propio se necesitan 129 votos. Dada la composición actual de la Cámara, el gobierno pone en juego 51 bancas y necesita sumar 59 diputados para lograr el ansiado quórum. Hilando un poquito más fino, considerando que ya cuenta con 4 aliados de partidos provinciales, el objetivo central del gobierno es ganar 4 nuevas bancas.

Para cumplir su objetivo, el oficialismo no necesita hacer una excelente elección: incluso puede lograrlo sacando 10% menos de los votos obtenidos en 2019. Simulando diferentes escenarios de los resultados de las elecciones en 24 jurisdicciones, notamos que: 

I. Si saca 15% menos de votos que en 2019, el gobierno obtendría el 40% de los votos, lo que le aportaría entre 54 y 57 diputados.

II. Si obtiene 20% menos de votos que en 2019, llega al 38.6%, lo que le aportaría entre 54 y 51 diputados.

III. Si pierde el 25% de los votos de 2019, obtendría el 36% de votos, lo que le daría entre 45 y 50 diputados.

Como vemos, para que el gobierno no logre sumar nuevas bancas, deberá tener una muy mala elección respecto a 2019.

Las proyecciones Synopsis Consultores

Ahora bien, ¿qué probabilidades tienen cada uno de estos escenarios? De acuerdo al estudio mensual de opinión pública de Synopsis, en junio pasado el 60,9% de los encuestados votaría en contra del oficialismo/FdT (año atrás era el 46,3%), el 29,1% votaría al FdT (10 pp menos que hace un año) y el 10% restante son indecisos, con la particularidad de que el 61% de estos fueron votantes del FdT en la última elección. Con este marco de fondo, proyectando los quienes aún no definieron el voto, el nivel de apoyo electoral al gobierno a nivel nacional se ubica en 36%.

Con la perspectiva de un mayor gasto electoral, avance de vacunas y alguna mejora en el nivel de actividad, es probable que el apoyo al gobierno mejore. Así las cosas, asignando probabilidad a cada uno de los escenarios, estima que hay 40% de probabilidades de que el gobierno logre el 38,6% de los votos (que como dijimos, arriba le daría entre 51 y 54 diputados), 35% de que logre el 36% de los votos, y el 25% restante de que obtenga casi el 40% de los votos. En otros términos, el escenario base indica que el gobierno sumará 3 diputados, lo que lo pondría muy cerca del quórum propio en la Cámara Baja.


¿Cómo leer el resultado electoral?

Desde el punto de vista simbólico, el gobierno ganará la elección si logra sumar diputados y ganar la Provincia de Buenos Aires. ¿Por qué? Porque es allí donde CFK puso en marcha su proceso de transición de poder, siendo Axel Kicillof el claro heredero del proyecto político K. En este sentido, cobra más relevancia aún el Conurbano, en el que se concentra el 25% de los votos a nivel nacional.

Actualmente, en la PBA el FdT le estaría sacando 5 pp de diferencia a Juntos por el Cambio (JxC), que se amplía a 7 pp proyectando los indecisos (llegando al 41,2%), mientras que JxC lograría 34,3%. Un dato no menor es que una expresión de derecha lograría el 11% y una peronismo no k el 8%. En otros términos, hay un 65% de probabilidades de que el FdT gane en PBA, aunque si la diferencia es menor a los 5 pp, puede tener una lectura de derrota.

¿Puede cambiar?

Sí, especialmente luego de las PASO, que actúan como ordenador del voto no peronista. El 50% de los votantes no quiere que gane el FdT y podría cambiar su voto a favor del espacio que está en mejores condiciones de competir. Esta migración del “voto útil” se dio en las últimas 4 elecciones de PBA ,en las que la principal fuerza sube 26% su caudal electoral. 

¿Y la oposición?

No hay riesgo de ruptura de JxC, lo que se discute es la estrategia. La definición del perfil será muy importante. Para que JxC pueda lograr una mayoría electoralmente ganadora, debe ampliar su oferta hacia sectores que tienen sentimientos refractarios hacia Macri. En otras palabras, Macri condiciona el crecimiento de la oposición.

¿Peronismo no k?

Expectante. Como comentamos al principio, el 60% de los indecisos votaron al FdT en 2019. Entre los desencantados del FdT, el 80% tiene imagen negativa de CFK. Randazzo no le saca votos a JxC, si no al FdT.

¿Qué podemos esperar tras las elecciones?

Si el gobierno gana (considerando que suma más diputados y triunfa en PBA), no habrá cambios, sin autocrítica y se sentirá envalentonado. En un escenario de derrota (pierda bancas y pierda PBA), el peso recaería en AF y su gabinete -Guzmán a la cabeza-, lo que lo obligaría a hacer cambios de gabinete, en los que tendrán más influencia CFK y Massa. Podríamos esperar a CFK más activa.

Conclusiones:

Dada la situación actual, el escenario más probable -aunque no por mucho- es un triunfo del oficialismo que lo dejará prácticamente con quórum propio en ambas cámaras y fortalecido en PBA. De cumplirse, no deberíamos esperar grandes cambios, ni de gabinete ni de orientación de las políticas públicas, y el gobierno se sentirá más cómodo para encarar las negociaciones con el FMI. El gobierno limitaría al máximo los ajustes de tarifas y de tipo de cambio, apostando a un proceso gradual. Dado el cargado perfil de vencimientos que tiene el gobierno con el FMI, la falta de avances le irá poniendo presión al mercado de cambios, profundizando el control de cambios y limitando la mejora de los bonos soberanos.